Cuando leí con catorce años “Diario de un emigrante”, de Miguel Delibes, nunca pensé que llegaría a serlo. Tuve por primera vez conciencia de serlo cuando cumplí lo que está prescrito en mi pasaporte: “Los españoles que se hallan en el extranjero, para recibir la protección de los Representantes dimplomáticos y de los Cónsules de España y ejercer los derechos que les confieren los Tratados Internacionales y la legislación española, deberán inscribirse en el Registro de Matrícula de la Oficina consular o Misión diplomática correspondiente, ya sea en concepto de transeúntes o como residente. A tal efecto, deberán solicitar la inscripción dentro de los treinta días siguientes a su llegada a la circunscripción donde se encuentren”.
Y la verdad es que pasan los años y vas cambiando de forma de pensar y de ser y te sientes cada vez más extraño cuando pasas una temporada en España, aunque en mi caso, cuando voy a Mallorca, según donde esté, se me cruzan los cables. No sé si estoy en Mallorca o en Alemania.
He leido últimamente un libro breve, ameno y denso al mismo tiempo: “Breve teoría de la España moderna” del profesor Fernando Iniciarte, al que tuve el gusto de llegar a conocer personalmente. Vivió en Alemania desde 1954, donde fue profesor de Filosofía en las Universidades de Colonia y Friburgo de Brisgovia. Desde 1975 fue catedrático de Filosofía en la Universidad de Münster. Falleció en el año 2000. La lectura de este libro me ha ayudado a comprender algunas cosas sobre mí mismo. Cito: “Un amigo y perspicaz amigo peruano me dijo una vez en Alemania: tú te pasas la vida intentando ser cada vez más alemán y el resultado es que cada vez eres más español. Cuando se lo conté en alguna ocasión a un colega de mi universidad, me dijo: no es verdad; usted es uno de nosotros. A la vista de tales discrepancias se comprenderá mi tranquilidad y a la vez mi preocupación cuando otro viejo y penetrante amigo (esta vez un irlandés) me comentó, no sé yo ahora a propósito de qué, (desde luego no de esos otros comentarios), que no hay personas más aburridas en el mundo que las que viven como queriendo hacer olvidar su propio origen”. Esta observación es muy acertada y no puedo más que confirmarla.
Hace poco tuve una conversación telefónica con un señor de Marid que no me conocía. Me dijo: “¡Qué bien hablas el castellano!“. No es la primera vez que me ocurre. Este suele ser uno de mis momentos de crisis. ¿Cómo reaccionar?. Normalmente me troncho de la risa. Con los casi 23 años que tengo de residente inscrito en el Consulado de Düsseldorf es casi inevitable que ocurra esto. Yo opto por escoger lo mejor de mi patria y de Alemania y me quedo con ambas cosas sin partirme el cráneo excesivamente. Naturalmente, y afortunadamente, hay caracteres distintos que van más allá de los típicos prejucios de que si los alemanes son cuadriculados y poco expresivos y los españoles son perezosos y fiesteros. Ni un extremo ni el otro. Hay de todo.
Visto desde Alemania - Page 19
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Ser emigrante
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Premio al “coraje civil” en Berlín para Zapatero - Hasta dónde llega la demagogia del “orgullo” Gay
El pasado 22 de julio se entregó en Berlín el Premio al “coraje civil”, promovido por la organización del “orgullo” Gay, al Presidente del Gobierno, José Luís Rodríguez Zapatero. Recogió el premio en su nombre el Embajador de España, Gabriel Busquets, según ha dado a conocer la prensa alemana. En la página web de la organización (www.csd-berlin.de) se afirma que: “ha consegido para los homosexuales una legislación única en Europa, y esto, para un país de talante católico, es algo muy especial. Zapatero no se ha dejado intimidar por la protesta católica. Esto le pone como ejemplo y le hace portador del Premio al coraje civil de la Asociación Christopher Street Day de Berlín 2006”.
Por lo general, no le prestaría ninguna atención a esta noticia, pero en esta ocasión no fue así porque hace unos días cayó en mis manos un texto muy revelador (“Selling Homosexuality to America”, www.lifeissues.net) de Paul R. Rondeau, profesional de ventas y márketing de la industria americana durante más de 25 años, especialista en “comunicación persuasiva” de la Regent University y, actualmente, vicepresidente de “Alliance for Marriage”. El texto analiza con detalle cómo los activistas gay utilizan la retórica, la psicología social y los medios de comunicación, todos ellos elementos del marketing, para posicionar el marco en el que se discute la homosexualidad en un contexto público, y también el cómo se discute. En esencia, se puede decir que cuando se trata de la homosexualidad, los activistas pretenden definir “lo que todo el mundo sabe” y “lo que todo el mundo asume como cierto” aunque no todos “saben realmente”, ni tampoco puedan asumirlo como cierto.
Que los gays utilicen modernas técnicas de marketing y la persuasión no es una casualidad. Cuando en febrero de 1988 cerca de doscientos activistas homosexuales de todo el país se juntaron en Warrenton, Virginia D.C., fue patente que se trataba de una “declaración de guerra” con el fin de definir un programa para el movimiento Gay-Rights. Los dos sociólogos y activistas homosexuales Marshall Kirk y Hunter Madsen (los dos licenciados en Harvard) exigieron una campaña de relaciones públicas preparada con detalle para “colocar la primera piedra de la próxima etapa de la revolución homosexual y así conseguir el triunfo final sobre la hipocresía”. Se elaboró una estrategia de tres fases.
La primera fase es la “de-sensibilización”: La opinión pública es confrontada con una lluvia continua de mensajes con el tema de la homosexualidad hasta que la gente se haya acostumbrado. Así, lo que al principio provocaba cierto rechazo, no producirá más que un ligero sacudir de hombros. Solo así se consiguirá que el “producto” homosexualidad sea tenido en cuenta por el mercado.
La segunda fase es la “manipulación”: Se le hace entender a la opinión pública que la homosexualidad es una alternativa totalmente equiparada a la heterosexualidad. Todo lo que lo contradiga, por ejemplo la falta de datos, de lógica o de argumentos debe ser pasado por alto. “Las prácticas homosexuales (para detalles lean el texto referido), o en otras palabras, lo que hacen los homosexuales, así como el número de “parejas” que tienen no debe ser tematizado”, dice Rondeau. Se trata de crear la impresión de que se tiene una visión positiva de la homosexualidad avalada no sólo por la ciencia sino también en el aspecto humano y ético. Los que se oponen están bajo un signo negativo: son ignorantes, fundamentalistas e hipócritas.
La tercera fase es la “conversión”: Se pretende una conversión en el pensamiento, en el sentimiento y en la actuación. La propaganda transportada por los medios de comunicación en imagenes y en palabras presenta a los homosexuales sólo como personas positivas, nobles, inteligentes y simpáticas. “Las personas famosas de la historia son para nosotros especialmente eficaces. Primero porque están muertas y de ese modo son incapaces de negar la verdad o de acusarnos de haberles quitado la buena fama. Por otra parte (y esto tiene más peso), no es posible negar que las virtudes y los logros de estas figuras históricas homosexuales las hacen aparecer como dignas de admiración”, según Kirk y Madsen.
A los enemigos se les hace aparecer como extremistas. Se les acusa de homofobia. Las armas principales de esta “guerra” son los medios de comunicación, que por este motivo es preciso controlar, los partidos políticos, la justicia y especialmente las instituciones educativas desde el jardín de infancia hasta la universidad.
“Es un lobby capitalista. El dinero supone el poder. Los homosexuales han demostrado que no sólo tienen acceso a la cumbre de los medios, del gobierno, de las instituciones educativas, de la economía, sino también al capital. Estos no parecen ser los atributos de una minoría oprimida”. El texto de Rondeau no se dirige de ningún modo a los hombres y mujeres que viven de forma homosexual, sino que se dirige al movimiento “Gay-Rights” y a su “guerra” sobre el poder, sobre las cabezas y los corazones de las personas.
Mientras que este lobby intenta acallar a los enemigos y acomete una quiebra cultural descomunal…¿Qué podemos aprender de todo esto?. Estamos ante el reto de defender pacíficamente (sin crispar, ni dejarse crispar) los derechos de la familia en la que sólo el vínculo del hombre y la mujer es capaz de regenerar a la sociedad. Equiparar el vínculo homosexual al matrimonio de un hombre y una mujer y, aún más, reconocer su “derecho” a la adopción constituye un error antropológico fundamental.
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Una marea de emociones
Alemania ha vivido unas semanas trepidantes. Banderas alemanas por todos lados. Incluso he aprendido que hay dos banderas: la oficial y la común. La oficial tiene el águila federal y sólo se puede utilizar en edificios oficiales. Durante estas semanas se ha prescindido de poner multas por el uso indebido de la bandera oficial. El 30% -diría yo- de los coches circulaban con la banderita alemana. ¿Algo impensable en la España de los estatutos?.
Los bares y los “jardines de la cerveza” literalmente llenos hasta la bandera. “Public Viewing”
se ha convertido en un nuevo fenómeno social. A pequeña y a gran escala el fútbol es un asunto de masas. Gracias a Dios no ha habido violencia significativa. La “milla de los fans” de Berlín a rebosar con casi un millón de espectadores. Angela Merkel, la Canciller y Horst Köhler, el Presidente en primera línea. Los bares turcos, llenos de banderas alemanas. Los alemanes están felices con los delanteros nacidos en Polonia: Podolski y Klose. Gerald Asamoah y David Odonkor se han convertido en los prototipos de una integración nacional lograda. Al grito de “Goooool” el país indiviso, todo uno. El ganador: el entrenador Jürgen Klinsmann, que debido a las intrigas anteriores al Mundial ha optado por no seguir en el puesto para poder estar junto a su familia en EE.UU.
En medio de la euforia, una tragedia nacional que para algunos sería el temido presagio de que Alemania no llegaría a la final: el 26 de junio por la mañana unos cazadores de Baviera ejecutan a Bruno. Para algunos Bruno era la mascota, para otros una figura de identificación y para los terceros un ejemplo. Bruno era un vagabundo y un inocente que siguió el ejemplo de sus padres. El estado no consiguió domesticarlo. Actuaba a nivel internacional entre Italia, Austria y Alemania: un inmigrante ilegal, un desafío ejemplar para la integración. Ha demostrado que la movilidad en la Unión Europea no hace feliz y que es necesaria una mejora de la cooperación entre las administraciones europeas. En Finlandia intentaron atraparlo sin que pereciera, pero Bruno se resistía. Incluso el “New York Times” ha informado sobre el caso. El modo de actuar se debatía entre los partidarios de una solución diplomática y entre los partidarios de una solución bélica. Bruno era un oso depredador. Una pena que haya fallecido.
Mientras la nación se encontraba en plena euforia, el Parlamento debatía y aprobaba casi de modo desapercibido, y justo antes de empezar las vacaciones estivales, la reforma de la sanidad, cuya financiación será a través de la subida de los impuestos. Y también la “ley de la igualdad“ que trae más problemas que beneficios (por poner un ejemplo práctico, entre otros muchos: el derecho de indemnización a un varón que busque un empleo previsto para una mujer).
Y ya, para terminar las emociones, hemos sido testigos en los últimos días del éxito del despegue del “Discovery” con el astronauta alemán, Thomas Reiter, que trabajará en los próximos meses en la estación rusa ISS. En conclusión: unos días inolvidables. -
La encrucijada de Berlín
Ir en tren a Berlín se ha convertido en un gran evento. No es lo mismo que viajar con el tren de Sóller o el tranvia al puerto de Sóller, para coger las naranjas de los árboles, como solía hacer ocasionalmente como excursión dominical.
Berlín está lleno de simbolismo y lamento haber tardado quince años en visitar Berlín desde que llegué a Alemania en 1984. No conocí el Berlín separado por el muro. La “catedral” de Berlin, el “Berliner Dom”, la construyeron los protestantes como contrapeso a los católicos. Ahí se ven las estatuas gigantes de los reformadores: Lutero, Calvino, Zwinglio, Melanchton. El edificio es más bien poco acogedor y en el sótano se pueden visitar las tumbas de los reyes prusianos.
El legendario muro de Berlín convirtió a la cuidad en una isla, que durante un tiempo fue abastecida por los aliados gracias a un puente aéreo. En el “Check Point Charlie” se puede visitar el museo que documenta los intentos de fuga más inverosímiles que uno se pueda imaginar. Hoy en día la capital alemana es el centro político y artístico del país, aunque no es un centro industrial, lo cual da una estructura social un tanto bohemia a la ciudad. Los políticos y lobystas se ausentan durante los períodos fuera del calendario político. Berlín “vive“ de la financiación estatal y apenas genera riqueza por su cuenta. La ciudad es todo un símbolo del postmodernismo y de la sociedad multicultural, que está empezando a pagar el precio de no haber conseguido integrar a los inmigrantes en la sociedad.Una nueva pieza en el mosaico es la nueva estación de tren (algunos la llaman, la nueva “catedral”), la más grande actualmente en Europa. Se ha inagurado el pasado 28 de mayo. Es una estación que poco tiene que ver con la de Sóller, antigua casa de mi tatarabuelo, el poeta Josep Lluís Pons i Gallarza. Aunque, curiosamente, si se produce un segundo vínculo familiar en materia ferroviaria, dado que mi hermano arquitecto trabajó en el equipo creador de la nueva estación de Berlín, liderado por Meinhard von Gerkan
Diariamente circulan 1.100 trenes en tres planos de altura. Dos elementos llaman la atención. Primero: los trenes circulan en dirección norte-sur y en dirección este-oste y, segundo: la gran luminosidad de la estación, gracias a los techos de cristal que permiten el acceso de luz natural hasta el sótano, donde transitan los trenes de cercanías. La zona comercial de la estación comprende unos 15.000 m² en la que hay alrededor de ochenta tiendas.
Muchos berlineses la consideran ya como el verdadero símbolo de la reunificación de Alemania, exactamente en el centro de la ciudad y en medio de la antigua división entre Berlín occidental y oriental. De todas formas, a pesar de este gran simbolismo que acompañará a este nuevo hito ferroviario, entre la estación de Berlín y la de Sóller no sé cual escoger. Quizá me quedo con la de Sóller, transmite más paz.
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Mallorca, paraíso de las familias (alemanas)
No hay nada como decir en Alemania que eres de Mallorca para poder entablar una amistosa conversación, pues dos tercios de mis interlocutores me dicen que ya han estado en la isla. Su reacción es de una gran sorpresa al hablar con un mallorquín que lleva viviendo en Alemania más de 20 años. Se preguntan cómo lo aguanto. Yo les digo que bastante bien, si no ya me habría ido. Muchos me piden algún consejo para saber que lugares de la isla hay que visitar, qué zonas conviene evitar, etc. El pronóstico para este verano parece ser muy bueno. Alemania ha vuelto a descubrir la isla. Podemos estar tanquilos.
Aquel que ha conocido la isla como niño es muy probable que vuelva como adulto... y más tarde con sus propios hijos. Ahora que voy a cumplir los 40, lo he podido comprobar con varios de mis amigos. Pienso que sería muy acertado invertir hoy en los turistas de la segunda mitad del siglo XXI.
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El fenómeno “Código da Vinci“
El marketing de la película ha producido su efecto. A pesar de las críticas negativas, la película resulta ser taquillera. Después del “tsunami” mediático que se ha producido antes del estreno, ahora podemos analizar con más distancia el fenómeno “Código da Vinci”. Estamos ante un género literario y cinematográfico que ha sido llamado “history fiction”. Ante este acontecimiento existen dos peligros: el ridiculizarlo y el darle demasiada importancia.
No nos podemos quedar en lo anedótico: que se ha prohibido en la isla Samoa, que Umberto Eco se ha negado rotundamente a tener una mesa redonda en Vinci, Italia, con Dan Brown, que en la India se ha puesto un cartel en la película que confirma que se trata de una ficción y que no es apta para menores de 18 años, que ya se habla sobre la próxima película basada sobre el libro de Dan Brown “Angels and Deamons” en el que seremos testigos de asesinatos de cardenales durante un conclave: ¡no te lo pierdas!
El sacerdote norteamericano del Opus Dei, John Wauck, profesor de la Universidad Pontificia de la Santa Cruz y autor del blog www.davincicode-opusdei.com fue entrevistado por el semanal alemán Focus el pasado 2 de mayo y explicaba así el fénomeno: “Es un cóctel. Brown habla de arte, de espiritualidad, de historia pagana, clásica y de la edad media, sobre sexualidad... Todo junto produce un cóctel que fomenta la curiosidad. Incluso es un cóctel muy “católico”.
¿Qué haría Dan Brown sin la Iglesia, sin el Vaticano, sin Roma?. Sus novelas dependen de la fascinación que emana de la Iglesia católica. Brown es el típico protestante americano. Las iglesias más antiguas de América son del siglo XVII. De repente, aparece en Roma y ve el obelisco egipcio, el Panteón pagano convertido en una iglesia. Ve San Pedro, las obras de Bernini. Esto fascina a cualquier americano porque su país no tiene mucha historia. En Roma encuentra la unión con el pasado. Uno de los efectos más importantes de los libros de Dan Brown es el aumento del turismo en Roma”. Sigue John Wauk: “Hablo de los EE.UU. porque allí han sido creadas estas novelas. Existe ahí un verdadero hambre por una cultura social menos trivial. Es la ansiedad por la historia, por el misterio, por la unión del pasado y del presente. Brown satisface este deseo. He observado como los jóvenes esperan pacientemente en una cola para pasar ante la tumba de Juan Pablo II con el “Código da Vinci” en la mano”.
Según una encuesta realizada en Francia a mil jóvenes de 15 años, un 25% cree que Dan Brown ha hecho una investigación profunda y que, por lo tanto, es cierto lo que afirma en su libro. Cualquier persona con una mínima formación histórica, artística y teológica se da cuenta de que lo único cierto en la novela son las páginas del libro. Si alguien pretende aprender algo con este libro, resulta que sólo aumentará su ignorancia.
Ahora bien, la gran oportunidad que nos ha brindado este “best-seller” es que ahora es muy fácil hablar de la fe hasta tomándose un aperitivo, en una cena o en una fiesta Es un buen momento para refrescar lo que aprendimos de nuestros padres, en el colegio, en las clases de historia y de arte, antes de recibir los sacramentos de la comunión o de la confirmación. O es que... ¿es poco lo que hemos aprendido?. Muchos deberíamos ser capaces de autoresponder muchas preguntas: ¿Quiénes son los sinópticos?, ¿cúando se escribieron los evangelios?, ¿cuáles son los fundamentos históricos de la existencia verdadera de Jesucristo?, ¿quién fue María Magdalena?, ¿cúales son los escritos del Qumran y qué contienen?. Son múltiples las preguntas que debemos ser capaces de responder o en las que nos podemos poner al día sin gran esfuerzo. A mí, personalmente, me ha ayudado el cuestionario sobre la figura de Jesucristo y sobre la Iglesia que se puede descargar en la página web del Opus Dei (www.opusdei.es).
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El balón es redondo
Soy de aquellos que para el fútbol soy un inútil. Una vez pité como árbitro un partido juvenil en Alemania y casi me linchan. Más bien sería partidario de que dieran a cada jugador una pelota para que esté contento. Cuando era un chico jóven, mi padre me llevó un par de veces al antiguo Lluís Sitjar, siguiendo la tradición que tenía a su vez mi abuelo con su hijo. Las tardes del domingo estaban por entonces enmarcadas con algún partido en la televisión (ahora tenemos fútbol todos los días) o con la transmisión en la radio del coche de los resultados de la jornada. Todo eso no me sirvió de mucho y siempre digo que no ser aficionado de ningún deporte televisivo me ahorra mucho tiempo. Algo cambia cuando llega el mundial. Es dificil permanecer ajeno al evento.
Las autopistas alemanas están llenas de letreros, curiosamente en inglés, para que lo entienda todo el mundo, especialmente los hooligangs: “A time to make friends” (la hora de entrelazar amistades). El fútbol, en efecto, es un hecho cultural de gran relevancia: puede dividir pero también puede unir. Cuando Alemania ganó el Mundial en 1990 siendo capitán Beckenbauer recuerdo la plaza mayor de Aquisgrán llena de banderas alemanas como no había visto en toda mi larga estancia en este país. La reunificación alemana estaba recién estrenada. Fue uno de los momentos en los que los alemanes no escondieron su bandera. Tienen derecho a no esconderla. Todavía, por motivos históricos obviamente, les cuesta ser patriotas, lo cual no es lo mismo que ser ñoñamente nacionalista. Ser patriota es algo muy legítimo y tiene como característica especial el preciarse también de los hitos y de los avances de otros países.
Este mundial me recuerda de un modo especial la lograda película de Sönke Wortmann del año 2003 titulada “Das Wunder von Bern” (El milagro de Berna). Recuerda el evento histórico del mismo nombre. El 4 de julio de 1954 Alemania ganó en la final con Hungría el mundial en Suiza. Este triunfo inesperado es para muchos historiadores la cristalización del resurgir alemán después del decaimiento de la II Guerra Mundial. Se afirma que bien puede ser llamada la hora del nacimiento de la República Federal Alemana. El tercer gol de Helmut Rahn en el minuto 84 hizo levantar cabeza a todo el país. De ello da fiel testimonio el reportaje radiofónico de un modo especialmente emocionante. El entrenador Sepp Herberger se hizo legendario. Durante el entrenamiento ya había acuñado algunas frases sugerentes que se hicieron famosas, por ejemplo: “el balón es redondo y el partido dura 90 minutos” (aparentemente no había nada más que añadir) o “antes del partido es después del partido” (para aclarar que mucho depende del entrenamiento).
Es de desear que el mundial 2006 tenga un resultado afortunado y ¡que gane el mejor!
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Colonia
Cuando a un mallorquín el destino, o mejor dicho la providencia, le sorprende con la aventura de abandonar „la isla de la calma“, comienza la búsqueda de la satisfacción de una necesidad vital. Me refiero al imperativo de ver, de vez en cuando, el mar o, por lo menos, oir el ruido del agua corriente. Ver el mar, echar una mirada al horizonte, remansa el alma. Hace reflexionar, nos permite ver que somos seres limitados y nos descansa.
Vivo ya 22 años en Alemania y después de pasar 18 años en Aquisgrán, sin ver el mar, puedo por lo menos ahora en Colonia ver el rio Rin y ya el resonar de la corriente de agua me hace recordar algo connatural al que ha nacido en una isla, al que ha tenido contacto casi diario con el mar. Por lo menos uno ve barcos, aunque los navíos fluviales, bien distintos son de los marítimos.
El Rin marca uno de los límites del imperio romano. Colonia, mejor dicho Colonia Claudia Ara Agrippinensium es una fundación romana del año 15. La huella romana en la ciudad se nota aún hoy en el carácter de los colonienses y en general en el de los habitantes de la cuenca del Rin. Son otro tipo de alemán, que poco tiene que ver con el mítico caracter prusiano. Colonia es lo más parecido a Roma que tenemos en Alemania. La prueba fue que durante la Jornada Mundial de la Juventud del 2005, los anuncios de los tranvías se daban también en italiano.
La Catedral de Colonia es un edificio impresionante y de visita obligatoria en la ciudad. La prueba de fuego es subir los 600 escalones de una de la torres para contemplar la fabulosa panorámica. Desde ahí se ven las otras 12 iglesias románicas, cada una digna de ser visitada, que coronan la ciudad. Inimaginable que Colonia tuviese unas 300 iglesias en la época del asalto napoleónico, que causó escaramuzas en la ciudad. Cuando uno ve imágenes de la Catedral rodeada de ruinas, una ciudad al raso, son muy patentes las sequelas que produjo la segunda Guerra Mundial. Un episodio, que si bien el país ha superado, sigue siendo una cicatriz viva que marca el futuro de una nueva generación de amante de la paz.
Quizás la primera vez que oí „Colonia“ fue cuando me enteré de que mi madre me ponía este agua bien oliente en los cabellos. Y en efecto, „el primer perfume elaborado con fines comerciales data del siglo XIV, y se conoció en aquel entonces como „Agua admirable“, nombre que le dió su creador, el químico y comerciante italiano Juan María Farina, quien en 1709 se estableció en Colonia“. Así dice lo que cito de Wikipedia.
En conclusión, se puede decir que Colonia bien vale un viaje y como su aeropuerto está muy transitado por turistas que van a Mallorca, no estaría mal aumentar el número de turistas mallorquines que vengan a Colonia, por eso que dicen sobre el facilitar la integración. -
Cuando no queda nadie, solo queda la familia
Después del éxito editorial de 2004 de Frank Schirrmacher con “La conspiración de Matusalén” (más de 700.000 ejemplares vendidos), un libro que abre los ojos al lector frente al envejecimiento de las sociedades occidentales, aparece su última obra: “Minimum”. Schirrmacher, co-editor del Frankfurter Allgemeine Zeitung, explica de un modo muy gráfico que en las situaciones de crisis con peligro de vida (incendios, inundaciones, etc) existe -de un modo comprobado- una mayor probabilidad de que se salven antes los miembros de una familia, que aquellos que pretendían salvarse de un modo independiente y atónomo. De hecho si “en el tanscurso de un decenio el deseo de tener hijos desciende en los varones un 15% y en las mujeres un 5%, está descendiendo la economía moral, el recurso del altruismo. Esto suena a moralina pero fácilmente se puede traducir en cifras o en fórmulas de reciprocidad, pues los que sufrirán son los que más tarde serán independientes en su vejez y los que precisarán de ayuda sin poder ser capaces de comprar esa asistencia. La preocupación por el acoso a la familia y la disminución de la población no son, como muchas veces se afirma, la ansiedad conservadora por una familia intacta”. No sorprende que exista una correlación entre el número de hijos y el hecho de si una mujer es una asidua a las telenovelas (una palabra que ha sido incorporada al alemán) o a los “culebrones”. En Alemania existe una conciencia cada vez más elevada de que los programas de televisión, al presentar continuamente situaciones patológicas de la familia, han influido trágicamente en su percepción y en la idea, entre los jóvenes, de que se puede ser feliz sin tener familia: “Un estudio del año 2005 del Instituto Adolf Grimme constata que en los guiones de las películas un 56,1 % de las mujeres ¡no tienen hijos!. El 11,3 % de las mujeres y 8,3 % de los varones tienen un hijo. Dos hijos tienen un 6,8 % de las mujeres y un 4,8 % de los varones. Solo un 3,3 % de los varones y un 3,1 % de las mujeres tienen más de dos hijos. Y en el 25% de los protagonistas es difícil identificar si tienen o no tienen un hijo”. Schirrmacher hace ver “que se trata de mucho más que de la crisis del estado de bienestar y no de formas de vida o de cuestiones de poder sino que se trata mas bien del origen del capital social que permitirá estas formas de vida. A la hora de formar una familia o de la procreación, se trata, ni más ni menos, también de un proceso sociológico que está determinado, de un modo más profundo de lo que pensamos, por un componente biológico. Por eso, no estaría nada mal, echar un vistazo a la naturaleza para ver lo que nos espera”. La conclusión de Schirrmacher no se hace esperar: “Que el no querer tener hijos varones esté de moda no es la noticia sorprendente, sino que existe un nuevo interés por tener hijas. Los hijos son soportes importantes de la familia como proveedores del sustento. A pesar de la tendecia a ser afeminados, su herencia evolutiva les hace poco capaces para la asistencia familiar. Los varones no pueden, por tanto, lo que últimamente pueden las mujeres: lo pueden todo. Las hijas puede tener competencia social, pueden ser compasivas y pueden generar el sostenimiento. Por este aumento de posibilidades, la hijas, por primera vez en la historia de la sociedad moderna, podrán ejercer las funciones universales de ambos sexos”. Y no se queda aquí: “Quizá pensarán que esta tesis es exagerada o quizá no. Lo decisivo es que la dismunición de los recursos del parentesco por un lado y el crecimiento de la proporción de las mujeres en la sociedad por otro, asigna a las mujeres el papel de conservadoras de la red social. Las mujeres no son, para expresar una trivialidad, mejores hombres. Pero estas abuelas, madres e hijas decidirán si nuestra sociedad volverá a renacer”. “No podemos hacer girar el reloj hacia atrás. Hasta la mitad del siglo XXI habrá, según el pronóstico humano, cada vez menos niños y una distribución cada vez más marcada de familias clásicas o de las no-familias. Alemania tiene actualmente, de todos los países europeos, la concentración más elevada de nacimientos: el 26 % de la las mujeres nacidas en 1960 dieron a luz a la mitad de los niños nacidos de mujeres de ese mismo año”. Schirrmacher afirma al final de su libro con optimismo que “la verdadera herencia que podemos entregar es el discernimiento de que lo que las familias hacen por cada uno de sus miembros, lo hacen para todos. Hay roles que uno no puede escojer sino que nos escojen. Esto nos da esperanza. Si los niños profundizan lo que experimentan, tienen la increíble posibilidad de entregar una nueva herencia. Nuestra fe en la total disponiblilidad de todos los roles, estilos y del tiempo, nuestra convicción silenciosamente asumida por la televisión de que el destino es un programa libremente escogido por el hombre, nos ha hecho olvidar de que estamos jugando con fuerzas elementales”.
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Benedicto XVI en los medios de comunicación
Es una muy feliz coincidencia que precisamente el próximo 16 de abril, domingo de Pascua, en el que tiene lugar la tradicional bendición papal Urbi et Orbi desde la Loggia de San Pedro, Benedicto XVI vaya a cumplir 79 años. Espero con ilusión el “Happy Birthday” o el “Hoch soll er leben”. Supongo que ese día el Santo Padre preferiría pasarlo totalmente desapercibido, pero no tendrá más remedio que dejar que lo celebren todos los católicos de mundo.
Peter Seewald, autor de los libros-entrevista con el Cardenal Ratzinger “Sal de la Tierra” y “Dios y el mundo”, que han sido editados en repetidas ocasiones y vendidos en docenas de lenguas, ofreció en diciembre un nuevo libro biográfico titulado “Benedikt XVI”, que será publicado próximamente en castellano por Ediciones Palabra y que no tiene desperdicio. El autor ofrece no sólo una visión complementaria a la autobiografía de Ratzinger “Mi vida”, sino que la pone en el contexto de Alemania y también en el contexto de su propia conversión. Como anticipo ofrezco una muestra, traducida del alemán, que es digna de una clase magistral de una facultad de periodismo:
“El auténtico problema era la presión de la opinión publicada. Nadie quedaba libre de ella. Nosotros, los profesionales de los medios, habíamos levantado con pasión un muro de dogmas seculares, qué hay que pensar, hacer y vestirse... para después caer de rodillas delante de Él. Hoy en día está comenzando a cambiar el paradigma ideológico. La ideología de mi generación, que durante cuatro décadas había fomentado el cambio de la sociedad y marcaba el clima de la opinión, ha perdido su fuerza creadora. Sin embargo hasta entonces, en los medios de comunicación, se había solidificado una especie de letanía posmoderna, que ponía bajo sospecha todo lo que tenía que ver con la fe. Para precisarlo más: lo que tenía que ver con la fe cristiana”.
“Especialmente severo era el juicio sobre la Iglesia católica. Estaba prohibido, so pena de extremo desprecio, ver algo bueno en ella. Era un poco como en la zona soviética: por un lado, se seguía presentando a la Iglesia como un enemigo poderoso y peligroso que había que combatir; por otro lado, se propagaba la imagen de una sociedad que satisfactoriamente se había liberado de ese residuo de tiempos tenebrosos. Con excepción de, quizá, las Navidades, por aquello del sentimiento y de los regalos. Quien se atrevía a confesarse cristiano tenía la sensación de pertenecer a una sociedad ya prohibida. En cualquier caso no estaba bien”.
“Lo extraño es que en Alemania, las dos iglesias populares seguían contando con más de 51 millones de miembros, cuando entonces la población ascendía a 61 millones de personas; no precisamente un grupo marginal. Podían abandonar la Iglesia. Ayer, hoy, mañana. Pero no lo hacían por alguna razón. Otro fenómeno: a pesar del hecho de que más del 80% de los alemanes pertenecían a las iglesias, éstas no conseguían romper, en ningún punto, el dominio de los creadores de opinión, que consideraban la fe cristiana como un error. Lo que me parecía interesante es que, en un sistema democrático, un puñado de críticos que hacían mucho ruido en los medios fueran suficientes para ejercer el dominio de la opinión sobre los millones de una comunidad de fe”.
“Si quería ser sincero, después de aparecer el artículo (sobre Ratzinger) tenía remordimientos de conciencia: no estaba bien echar en cara a alguien, a quien apenas se conocía, que tenía un corazón de piedra. Había comparado al Prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe con un «palo de cuasia», «seco y frío, como si fuera una máscara», del mismo modo como el escritor alemán Stefan Andres describió al Gran Inquisidor español De Guevara: «No participa del amor. Su cuerpo sólo existe para llevar la cabeza y la púrpura». Más tarde, siempre que viajaba a Roma visitaba la tumba de Andres en el Campo Santo, justo al lado de la Catedral de San Pedro. Es uno de los lugares más tranquilos e idílicos de la urbe. Sin confesarlo me avergonzaba de haber hecho mal uso de su cita”.
“Sin embargo, venía como anillo al dedo; cuando más cáustica y negativa sea una cita, con tanta más avidez la asumen los periodistas. Sobre todo en Alemania estamos ávidos de encontrar situaciones de crisis, de descubrir una tendencia descendente o de hurgar en heridas abiertas. Es una especie de gusto por el hundimiento, por la destrucción, que se había convertido en cultura o, mejor dicho, en anti-cultura. Por lo que se refiere a Ratzinger, como ya dije, había visto en suficientes ocasiones cómo se elegían las fotografías en la redacción. Era completamente normal vitorear a Fidel Castro, en cuyo país los críticos, todos, terminan en una celda. Respecto de Ratzinger, los parámetros eran otros: de las 30 fotos extendidas sobre la mesa, 5 se elegían y 25 malas se desechaban; bueno, las malas eran precisamente las buenas: éstas se excluían porque en ellas Ratzinger aparecía bien riéndose o bien con un gesto demasiado amistoso para un gran inquisidor. De este modo se explica, por otro lado, cómo surgió inmediatamente después de la elección del Papa una imagen completamente nueva de Ratzinger: en las redacciones se modificaron los criterios para elegir sus fotos”.
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