“Su fe, su inteligencia, su sabiduría y su modestia humana siempre me han impresionado profundamente”. Así describe el Presidente de la República Federal Alemana, Frank Walter Steinmeier a Joseph Ratzinger, que es sin duda el alemán más relevante del siglo XXI que muy probablemente tendrá este país.
La elección de un Papa alemán 60 años después de la Segunda Guerra Mundial fue un momento histórico en el que la Iglesia (guiada por el Espíritu Santo, no me cabe duda) puso a la cabeza a una persona que provenía de un país agresor del mundo. Hay que entender este signo de perdón y de reconciliación.
Todos conocemos esta frase evangélica de que “nadie es profeta en su tierra”. Este también es el caso de Ratzinger en Alemania. Por eso Ratzinger es un tesoro por descubrir. Es cierto que los alemanes no siguen a un Papa dando gritos de “¡viva el Papa!”. Lo hacen de otra manera, le leen. Y pude comprobar que, especialmente los cristianos protestantes, comenzaron a leer a Benedicto tras su elección.
Si algo se puede destacar de la talla intelectual de Benedicto es su capacidad de síntesis. Él sabía escuchar muy bien y como catedrático universitario le prestaba mucha atención al debate de las ideas, sin descartar ninguna por principio. Tras escuchar sabía memorizar y resumir muy bien lo escuchado. Es lo que he oído decir a muchas personas que han tenido la suerte de estar cerca de él, por ejemplo durante su nombramiento como Doctor Honoris Causa por la Universidad de Navarra en 1998. A su biógrafo, Peter Seewald, al que también conozco personalmente, le he oído decir que Benedicto tiene el talante de un Padre de la Iglesia y que salvó a la Iglesia de un cisma durante el auge de la Teología de la Liberación.
Yo mismo no he tenido esta suerte. Solo recuerdo que en la Pascua de 1991 estuve en Roma en el congreso universitario UNIV y con un amigo alemán estábamos en la Plaza de San Pedro y, de repente, distinguimos al Cardenal Ratzinger que la cruzaba varias veces al día y le saludamos muy brevemente. También le he podido escuchar en directo en sus tres viajes a Alemania durante su pontificado a Colonia, Baviera y Berlín. Pero sobre todo, he tenido la suerte poder leerle en alemán: no solo las encíclicas sino su libro Jesús de Nazareth. Su dominio de la lengua alemana es prodigioso.
Sí he conocido y coincidido en varias ocasiones con su secretario y Prefecto de la Casa Pontificia, el Arzobispo Georg Gänswein, que me ha ayudado a entender muchas cosas del pontificado tanto de Benedicto como de Francisco.
En estos días se ha publicado el Testamento Espiritual de Benedicto XVI. Quiero destacar este párrafo: “Lo que antes dije a mis compatriotas, lo digo ahora a todos los que en la Iglesia han sido confiados a mi servicio: ¡Manténganse firmes en la fe!, ¡no se dejen confundir! A menudo parece como si la ciencia -las ciencias naturales, por un lado, y la investigación histórica (especialmente la exégesis de la Sagrada Escritura), por otro- fuera capaz de ofrecer resultados irrefutables en desacuerdo con la fe católica. He vivido las transformaciones de las ciencias naturales desde hace mucho tiempo, y he visto cómo, por el contrario, las aparentes certezas contra la fe se han desvanecido, demostrando no ser ciencia, sino interpretaciones filosóficas que sólo parecen ser competencia de la ciencia. Desde hace sesenta años acompaño el camino de la teología, especialmente de las ciencias bíblicas, y con la sucesión de las diferentes generaciones, he visto derrumbarse tesis que parecían inamovibles y resultar meras hipótesis: la generación liberal (Harnack, Jülicher, etc.), la generación existencialista (Bultmann, etc.), la generación marxista. He visto y veo cómo de la confusión de hipótesis ha surgido y vuelve a surgir lo razonable de la fe. Jesucristo es verdaderamente el camino, la verdad y la vida, y la Iglesia, con todas sus insuficiencias, es verdaderamente su cuerpo”.
Existe un texto de Joseph Ratzinger de 1958 poco conocido que bien se puede calificar como profético titulado: “Los nuevos paganos y la Iglesia”. Solo ofrezco esta muestra: “El fenómeno de la Iglesia de los tiempos modernos es determinado esencialmente por el hecho de que, de una manera completamente nueva, llegó a ser una Iglesia de paganos, un proceso que va aumentando siempre más: no como antes, una iglesia desde los paganos que se hicieron cristianos, sino una Iglesia de paganos que todavía se llaman cristianos, pero que, en realidad, se hicieron paganos. Hoy en día, el paganismo está en la misma Iglesia, y justamente esto es el distintivo tanto de la Iglesia de nuestros días como también del paganismo nuevo: que se trata de un paganismo en la Iglesia, y de una Iglesia en cuyo corazón vive el paganismo. Por lo tanto, en el caso normal, el hombre de hoy puede suponer la falta de fe de su prójimo.”
Mucho se puede escribir y se debe escribir para levantar este tesoro que nos ha legado Benedicto. Lo que he pretendido es animar a todos los lectores a descubrir a Benedicto leyendo personalmente sus escritos.