Representantes de las Iglesias católica y protestante en Alemania subrayaron que la violencia nunca puede ser una respuesta a un debate de ideas, recordando que la fe cristiana se construye sobre el respeto y el amor al prójimo. En la prensa, algunos editoriales insistieron en que la polarización estadounidense no debería importarse acríticamente a Europa, mientras que otros señalaron que la figura de Charlie refleja la fractura cultural de nuestro tiempo. En la sociedad civil, asociaciones juveniles expresaron…
Esto fue un ataque a la libertad de expresión, al derecho de un joven a defender una visión de la humanidad.
Charlie no era un agitador callejero. Tenía carisma, pero sobre todo tenía preguntas. No buscaba plataformas; era invitado. Y una vez allí, entablaba diálogo, provocaba reflexión y removía conciencias.
En esto se parecía a Sócrates: no ofrecía respuestas fáciles, sino preguntas incómodas. Y, como al filósofo ateniense, su valentía le costó la vida.