Desde la invasión rusa de Ucrania estoy reflexionando sobre la “conditio humana” y me asombra la capacidad alemana a la hora de afrontar la metamorfosis por la que está pasando el país en el que resido desde hace décadas. Empiezo a dudar de si somos capaces de aprender de la historia.
El pasado 27 de febrero el Bundestag tuvo una sesión extraordinaria en un domingo en la que se aprobó la inversión de cien billones de Euros en la defensa del país. Este es un vuelco similar a la salida alemana de la energía nuclear tras el tsunami en Fukushima. No sólo eso, sino que Alemania está enviando armamento a Ucrania, algo también sin precedentes desde la Segunda Guerra Mundial. Uno llega a la conclusión de que las naciones precisan de acontecimientos externos para realizar cambios internos que parecían necesarios desde hace mucho tiempo.
Asombrosa también la movida diplomática de la semana pasada: el canciller Olaf Scholz viaja a Israel y el sábado el primer ministro, Naftali Bennett, se entrevista con Putin y acto seguido coge un avión y vuela a Berlín para informar a Scholz. El historiador judío Yuva Harriri afirma en The Guardian que Putin ha perdido la Guerra antes de empezarla y, al mismo tiempo, afirma que Alemania debe tomar el liderazgo en este conflicto. No sé todavía exactamente qué pensar sobre esta afirmación.
También sorprendentes los postings en LinkedIn de tantas empresas alemanas que desean retirarse del mercado ruso e incluso universidades como la mía, la RWTH Aachen, que decide cortar la colaboración científica con Rusia. O la cuidad de Múnich, que despide a su director de teatro por ser ruso y por no distanciarse de Putin. O la Opera de Berlín que despide ni más ni menos que a Anna Netrebko.
Y no dejo de mencionar la xenofobia generalizada ante cualquier ruso en muchos países y en particular en Alemania, lo que por su pasado histórico reciente me parece muy grave. Lo tengo constatado con varias mujeres rusas a las que conozco que son victimas de serias ofensas e incluso temen por sus vidas. Una de ellas tiene una abuela en Ucrania que también lucha por la supervivencia.
Todos nos preguntamos qué está pasando a “la velocidad de la luz” (como ha dicho recientemente la Presidenta de la Unión Europea, Ursula von der Leyen). Sorprende que el 70% de la población alemana esté a favor de las medidas tomadas para la defensa del país. Scholz no dejó de mencionar en su discurso a la nación y que Kiev está a 2 horas de vuelo de Berlín. La actual cobertura mediática favorece ciertos vuelcos. No olvidemos tampoco que fue “ayer” cuando Alemania invadió la Unión Soviética. Es parte de la condición humana tener una gran memoria histórica difícil de borrar.
Que no quepa duda de que condeno esta agresión bélica de Rusia que está totalmente injustificada. También tenemos que saber que a estas alturas la información que nos llega en parte está intervenida, y que nadie descarte que la opinión pública está siendo manipulada. Es más, conviene estar muy atentos a nuestras fuentes de información. A mí me gusta leer a autores con perspectiva histórica, como es el caso de Ray Dalio, autor del libro “The Changing of World Order”.
Es patente que están pagando muchos “justos por pecadores”. Vemos momentos de gran dolor y de gran solidaridad humana. Ayer me contactó una abogada de Ucrania que desde Torrevieja ha salido en coche a buscar a refugiados a Polonia y se han quedado colgados en Stuttgart con un coche averiado. ¿Y quién sale ganando de todo esto? Desgraciadamente los vendedores de armamento, no lo olvidemos.
Viktor Frankl, superviviente de Auschwitz, dijo en un gran discurso en Viena: “En todas las naciones hay dos tipos de personas, las respetables y las irrespetables”. Y acto seguido dijo que era incapaz de odiar.
Así llego al gran deseo que quiero compartir al finalizar este escrito: que ni las personas ni las naciones se dejen llevar por el odio. Es la gran tentación del momento. La venganza ciega. El verdadero diálogo es posible solo cuando se comparte la información y se intenta entender el punto de vista del otro.
Comentarios
Muy bien josetxu