Una de mis lecturas durante el confinamiento ha sido el libro de Melinda Gates "No hay vuelta atrás – El poder de las mujeres para cambiar el mundo”. Mi interés se disparó después de ver el documental "Inside Bill's Brain": Decodificando a Bill Gates" en Netflix. Tanto Bill como Melinda han sido y siguen siendo voces muy prominentes en relación con la pandemia del Covid-19 y algunas personas incluso ven teorías de conspiración conectadas con los Gates, que son totalmente infundadas.
Melinda no esconde en absoluto su educación católica. Comenta que "mi madre ha hecho más que nadie para formar e inspirar mi vida espiritual durante muchos años. Ella va a Misa cinco veces a la semana. Lee, va a retiros en silencio y explica ideas espirituales con pasión, apertura y curiosidad. Y me ha animado a hacer lo mismo". Sobre su padre escribe: "Un hombre puede llamar a otro hombre y compartir consejos sobre cómo mejorar sus matrimonios. Los hombres pueden desempeñar un papel como guardianes y partidarios de la unión". Las monjas católicas de su escuela estaban muy a favor de que las jóvenes se familiarizaran con los ordenadores, lo que era bastante inusual en aquella época. Melinda incluso escribe lo que significa Cristo para ella: "Los sumos sacerdotes querían quebrarlo. Y fracasaron. Su habilidad para absorber el dolor iba más allá de su capacidad para infligirlo, así que podía responder a su odio con amor". Sí, no lo creerán, pero el libro de Melinda trata al final sobre la esencia del amor: "La meta es que todos pertenezcan a alguien o a algo. La meta es que todos sean amados. El amor es lo que nos eleva. Cuando nos unimos, nos elevamos. Y en el mundo que estamos construyendo juntos, todos se elevan. Nadie es explotado porque sea pobre o excluido, es un ser humano. No hay estigma y no hay vergüenza y no hay un estigma de inferioridad por estar enfermo, o por ser viejo, o por no ser de la raza "correcta", o por ser de la religión "equivocada", o por ser una niña o una mujer. No hay una raza o religión o género equivocado. Nos hemos deshecho de nuestros falsos límites. Podemos amar sin límites. Nos vemos a nosotros mismos en los demás. Nos vemos a nosotros mismos como otros. Ese es el momento del despegue".