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El balón es redondo

Soy de aquellos que para el fútbol soy un inútil. Una vez pité como árbitro un partido juvenil en Alemania y casi me linchan. Más bien sería partidario de que dieran a cada jugador una pelota para que esté contento. Cuando era un chico jóven, mi padre me llevó un par de veces al antiguo Lluís Sitjar, siguiendo la tradición que tenía a su vez mi abuelo con su hijo. Las tardes del domingo estaban por entonces enmarcadas con algún partido en la televisión (ahora tenemos fútbol todos los días) o con la transmisión en la radio del coche de los resultados de la jornada. Todo eso no me sirvió de mucho y siempre digo que no ser aficionado de ningún deporte televisivo me ahorra mucho tiempo. Algo cambia cuando llega el mundial. Es dificil permanecer ajeno al evento.

 

Las autopistas alemanas están llenas de letreros, curiosamente en inglés, para que lo entienda todo el mundo, especialmente los hooligangs: A time to make friends (la hora de entrelazar amistades). El fútbol, en efecto, es un hecho cultural de gran relevancia: puede dividir pero también puede unir. Cuando Alemania ganó el Mundial en 1990 siendo capitán Beckenbauer recuerdo la plaza mayor de Aquisgrán llena de banderas alemanas como no había visto en toda mi larga estancia en este país. La reunificación alemana estaba recién estrenada. Fue uno de los momentos en los que los alemanes no escondieron su bandera. Tienen derecho a no esconderla. Todavía, por motivos históricos obviamente, les cuesta ser patriotas, lo cual no es lo mismo que ser ñoñamente nacionalista. Ser patriota es algo muy legítimo y tiene como característica especial el preciarse también de los hitos y de los avances de otros países.

Este mundial me recuerda de un modo especial la lograda película de Sönke Wortmann del año 2003 titulada Das Wunder von Bern (El milagro de Berna). Recuerda el evento histórico del mismo nombre. El 4 de julio de 1954 Alemania ganó en la final con Hungría el mundial en Suiza. Este triunfo inesperado es para muchos historiadores la cristalización del resurgir alemán después del decaimiento de la II Guerra Mundial. Se afirma que bien puede ser llamada la hora del nacimiento de la República Federal Alemana. El tercer gol de Helmut Rahn en el minuto 84 hizo levantar cabeza a todo el país. De ello da fiel testimonio el reportaje radiofónico de un modo especialmente emocionante. El entrenador Sepp Herberger se hizo legendario. Durante el entrenamiento ya había acuñado algunas frases sugerentes que se hicieron famosas, por ejemplo: el balón es redondo y el partido dura 90 minutos (aparentemente no había nada más que añadir) o antes del partido es después del partido (para aclarar que mucho depende del entrenamiento).

Es de desear que el mundial 2006 tenga un resultado afortunado y ¡que gane el mejor!

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