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Ser emigrante

medium_2_Generationen.jpegCuando leí con catorce años “Diario de un emigrante”, de Miguel Delibes, nunca pensé que llegaría a serlo. Tuve por primera vez conciencia de serlo cuando cumplí lo que está prescrito en mi pasaporte: “Los españoles que se hallan en el extranjero, para recibir la protección de los Representantes dimplomáticos y de los Cónsules de España y ejercer los derechos que les confieren los Tratados Internacionales y la legislación española, deberán inscribirse en el Registro de Matrícula de la Oficina consular o Misión diplomática correspondiente, ya sea en concepto de transeúntes o como residente. A tal efecto, deberán solicitar la inscripción dentro de los treinta días siguientes a su llegada a la circunscripción donde se encuentren”.

Y la verdad es que pasan los años y vas cambiando de forma de pensar y de ser y te sientes cada vez más extraño cuando pasas una temporada en España, aunque en mi caso, cuando voy a Mallorca, según donde esté, se me cruzan los cables. No sé si estoy en Mallorca o en Alemania.

He leido últimamente un libro breve, ameno y denso al mismo tiempo: “Breve teoría de la España moderna” del profesor Fernando Iniciarte, al que tuve el gusto de llegar a conocer personalmente. Vivió en Alemania desde 1954, donde fue profesor de Filosofía en las Universidades de Colonia y Friburgo de Brisgovia. Desde 1975 fue catedrático de Filosofía en la Universidad de Münster. Falleció en el año 2000. La lectura de este libro me ha ayudado a comprender algunas cosas sobre mí mismo. Cito: “Un amigo y perspicaz amigo peruano me dijo una vez en Alemania: tú te pasas la vida intentando ser cada vez más alemán y el resultado es que cada vez eres más español. Cuando se lo conté en alguna ocasión a un colega de mi universidad, me dijo: no es verdad; usted es uno de nosotros. A la vista de tales discrepancias se comprenderá mi tranquilidad y a la vez mi preocupación cuando otro viejo y penetrante amigo (esta vez un irlandés) me comentó, no sé yo ahora a propósito de qué, (desde luego no de esos otros comentarios), que no hay personas más aburridas en el mundo que las que viven como queriendo hacer olvidar su propio origen”. Esta observación es muy acertada y no puedo más que confirmarla.

Hace poco tuve una conversación telefónica con un señor de Marid que no me conocía. Me dijo: “¡Qué bien hablas el castellano!“. No es la primera vez que me ocurre. Este suele ser uno de mis momentos de crisis. ¿Cómo reaccionar?. Normalmente me troncho de la risa. Con los casi 23 años que tengo de residente inscrito en el Consulado de Düsseldorf es casi inevitable que ocurra esto. Yo opto por escoger lo mejor de mi patria y de Alemania y me quedo con ambas cosas sin partirme el cráneo excesivamente. Naturalmente, y afortunadamente, hay caracteres distintos que van más allá de los típicos prejucios de que si los alemanes son cuadriculados y poco expresivos y los españoles son perezosos y fiesteros. Ni un extremo ni el otro. Hay de todo.

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