La conocida autora alemana Katja Kessler, esposa del famoso periodista Kai Dieckmann y madre de cuatro hijos, ha escrito el libro “54 consejos y medio para un matrimonio feliz”. Ella observa con asombro como el divorcio se está expandiendo como una epidemia en el entorno de sus amistades y se pregunta a qué se debe.
Con su humor propio va exponiendo diversas situaciones a las que añade datos estadísticos y estudios científicos de todo tipo. No se puede decir que sea un libro de un análisis profundo pero sí es muy ameno. Lo he leído, pues ya comenté en Diario de Mallorca su anterior libro sobre su traslado con toda la familia durante un año a Estados Unidos y tenía curiosidad por conocer los consejos que nos ofrece en su nueva obra. Durante su lectura he caído en la cuenta de que estaba dirigido a mujeres, lo que no me ha impedido terminarlo. Más tarde me he enterado de que el 75 por ciento de los divorcios en Alemania son presentados a iniciativa de las mujeres (lo que no quiere decir que ellas tengan la culpa). También he podido conocer que la probabilidad de un divorcio es mayor si el que tiene que viajar por motivos profesionales no es el padre, sino la madre.
El divorcio un tema lamentablemente actual y ya es casualidad que haya salido publicado este libro coincidiendo con el texto Amoris Laetitia del Papa Francisco sobre el matrimonio, con motivo del Sínodo de Obispos de la Iglesia Católica. Los puntos de vista de Kessler son más bien seculares y poco religiosos. Se nota que ha tenido una formación católica aunque ella misma no está casada por la Iglesia. En este sentido, me parece muy interesante lo que escriben aquellos que también defienden la institución del matrimonio, pero argumentándolo desde otros ángulos.
En uno de los capítulos Kessler escribe: “Hay investigaciones que verdaderamente demuestran que los matrimonios no sólo son más sanos, sino que son más felices y están más satisfechos que los que no se casan y que esa felicidad y esa satisfacción hacen que el matrimonio sea más duradero. Eso prolonga la vida de los maridos unos 7 años y la fecha del fallecimiento de las mujeres se retrasa unos dos años”.
Una de las conclusiones que saca Kessler es que con la sociedad del bienestar nunca antes habíamos tenido tanto tiempo para ocuparnos de cosas banales. En efecto, todo lo que distrae de lo esencial, lo que nos hace perder el tiempo, debilita nuestra comunicación, que es el desafío número uno en el matrimonio: hablar de lo que verdaderamente importa.
Stella Deetjen, una joven alemana con óptimas perspectivas de futuro, hizo a los 24 años un viaje a Benarés (India), ciudad sagrada para los hindúes y lugar de baños rituales en el río Ganges. En una de sus visitas a la orilla de este río se percató de cómo un grupo de leprosos eran obligados a subir a un camión para ser deportados a un lugar desconocido. En un arrebato de valor se subió a ese camión, provocando un gran desconcierto. Ella ya había aprendido a no despreciar a los leprosos, sobre todo desde el momento en el que uno se le acercó para ofrecerle su ayuda.
Es cierto, hace poco pude producir a mano mi primera hoja de papel. Existe documentación gráfica que da buena fe de ello. Con esa hoja haré algo que no hago desde hace meses: escribir una carta con pluma que enviaré a mis padres y hermanos, para que puedan conservarla.
No me olvidaré nunca del 22 de julio que viví en Munich. Acababa de tomar algo con un amigo en el conocido barrio de Schwabing. Cruzaba andando el Englischer Garten cuando al mirar mi móvil antes de llegar a casa hacia las 7 de la tarde leo: tiros en un almacén de Munich. La llamada de emergencia fue a las 17.48.
“Soy su comandante, Martin Ott, en su vuelo a Roma… saludo especialmente a los niños en este viaje“. Me quedé muy sorprendido. No sólo porque es la primera vez que oía a un piloto saludar explícitamente a los niños en un vuelo, sino porque ya había leído algo sobre esta persona, un alemán muy culto, padre de una familia de 7 hijos y testigo de lecciones magistrales del Cardenal Ratzinger. Se trataba ni más ni menos del comandante que pilotó al Papa dos veces desde Alemania a Roma. Una vez desde Munich y otra desde Berlín. Cuando el Papa viaja a un país, parte con Alitalia y regresa con la compañía aérea del país del que procede.
El antiguo alcalde de la ciudad de Aquisgrán (Alemania) y portavoz de la junta electiva del Premio Carlomagno, Jürgen Linden, entregó este galardón al Papa Francisco el pasado 6 de mayo en el Vaticano, ante la presencia de importantes autoridades como el Rey Felipe VI, la canciller alemana Angela Merkel y el presidente de la Comisión Europea, Jean-Claude Juncker. En Aquisgrán tuve la oportunidad de residir durante 18 años y asistir a varias ceremonias de entrega del citado premio, lo que me permitió comprobar en primera persona su prestigio y alcance internacional. El Premio Carlomagno ya fue otorgado de forma extraordinaria a San Juan Pablo II que, según tengo entendido, declinó en dos ocasiones su aceptación, pero a la tercera hizo una excepción, ya que el protocolo del Vaticano señala que los Papas no aceptan premios. Esta vez, dado el precedente, el Papa Francisco lo aceptó a la primera.
Melanie Mühl es redactora del Frankfurter Allgemeine Zeitung, uno de los principales diarios de Alemania, y autora de varios libros. Melanie, a la que conozco personalmente, tiene una gran capacidad de describir el carácter de las personas. Y eso lo demostró con creces en su libro “Menschen am Berg” (Hombres de montaña), que describe la vida de personas relacionadas con el monte: pastores, ingenieros de monte, excursionistas, etc.
Una de las cosas que llaman la atención en Alemania es la calidad del debate político. En España
Al terminar la Misa de acción de gracias por el año 2015 a la que asistí en Nochevieja (Silverster, como dicen en Alemania) entró en mi móvil una noticia de una agencia de noticias: 