Visto desde Alemania, la situación en Cataluña se presenta muy lamentable. Intuyo que la crisis económica por la que ha pasado España ha sido una fuente de alimentación para los sentimientos separatistas.
Cataluña y Baviera bien se pueden comparar. Las dos son grandes fuentes económicas en su país. En Baviera no hay desempleo. De los Länder alemanes algunos son “donantes” y otros son “receptores”. Todos saben en Alemania que Berlín vive del subsidio de los demás Länder. Esto es motivo de debate y de reajuste de las cuentas pero no un motivo para declarar la independencia. En Alemania hay Länder que son ciudades como Hamburgo o Bremen. Imaginémonos que Múnich declarase la independencia: seguro que habría muchas detenciones. Es cierto que los pueblos tienen un derecho natural a autodefinir su destino, ahora bien, contar con un marco que lo regule es una garantía de paz.
Desde Alemania, Madrid y Barcelona han dado la imagen penosa de dos bandos incapaces de negociar. Aquí se echa lamentablemente en falta una estrategia de negocio “win-win”. El 1 de octubre fuimos testigos de un gran atropello. La cuestión es cómo se llegó hasta ahí y de qué modo se hubiera podido evitar. En el caso del “Brexit”, según el conocido catedrático Werner Weidenfeld, “hay tantos problemas que resolver en detalle que tocan 20 minutos por problema durante un período de dos años. Al final no se sabe si llegarán a un acuerdo entre Europa y Gran Bretaña”.
Con las elecciones nacionales del 24 de septiembre, el otoño se presenta político. Hace unos días tuve la oportunidad de asistir a una rueda de prensa de Horst Seehofer, el Presidente del Gobierno Bávaro.
Hace poco miré a Jaime profundamente a los ojos. Engendrado con el esperma de uno de sus dos padres varones, gracias al óvulo de una donante norteamericana y gestado en el útero de una madre canguro. Jaime es un bebé de pocos meses que estaba en los brazos de uno de sus protectores en la cuidad de Berlín, y pensaba hacia dentro: un día preguntarás quién es tu padre y quién es tu madre. “La célula de la sociedad no es el tubo de ensayo” como bien ha escrito el periodista Reinhard Müller en el FAZ.
Hace unos días tuve la oportunidad de escuchar al antiguo canciller alemán Gerhard Schröder en la Cámara de la Industria y Comercio de Múnich. Solo se podía entrar a la conferencia con invitación personal. El evento se celebró dos días después de conocer el resultado de las elecciones presidenciales en Francia.
Múnich es quizá una de las ciudades más ricas de Alemania y de Europa. Se ve en la calle. Sin embargo lo que no se aprecia es que hay alrededor de seis mil personas, también familias, que viven en viviendas de acogida para personas necesitadas. No me estoy refiriendo a refugiados, sino a personas que han caído en la penuria.
He podido asistir por segunda vez a una rueda de prensa del ministro federal de Desarrollo de Alemania, Gerd Müller, en Munich. Acude con frecuencia a esta cuidad por ser de Baviera. Las cifras que nos da son asombrosas: el diez por ciento de la población acumula un noventa por ciento de la riqueza mundial. El veinte por ciento de las personas consume el ochenta por ciento de los recursos.
Hay años que son enigmáticos. Parece ser que 2017 es uno de ellos. Se cumplen varios aniversarios: 100 años del comienzo de la I Guerra Mundial o los 500 años del comienzo de la Reforma de Lutero en Alemania.
El proceso urbanizador de nuestro planeta va creciendo con una rapidez galopante. No solo va aumentando la población, sino también el número de ciudades. Hay grandes urbes de las que desconocemos el nombre y que no existían hace 20 años. En China
Mi primer encuentro con un tren fue mi primer viaje con el tren de Sóller. Para los palmesanos ir en este tren es un buen plan de fin de semana con la familia, que nos convierte en turistas que quieren contemplar el valle de Sóller desde los vagones de un transporte tan emblemático. Hoy hacemos llamadas telefónicas a una velocidad de 238 km/h desde trenes llenos de personas en constante tránsito y nadie se inmuta. Otro de mis grandes recuerdos es el tranvía entre Sóller y su puerto, desde el que intentábamos coger naranjas con las manos mientras oíamos el lento “tac-a-tac” que generaba sobre las vías.