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Viajando en tren a Berlín

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Viajar en tren de larga distancia en Alemania es, según mi opinión, algo que podemos decir que es un placer. Ayer tuve la oportunidad de recorrer el tramo Múnich-Berlín, de seis horas de duración, ya que no es todavía un tramo de alta velocidad porque atraviesa el bosque de Turingia. A 200 km/h esas seis horas se podrían convertir en cuatro. Todo llegará.

Suelo conocer a gente en el tren. Ayer me subí un poco cansado después de dos meses sin parar de toser. Ha sido el otoño más duro que he pasado en Alemania en 30 años. Un virus me ató a la cama 12 días y una bacteria me dejó K.O. Además, es conocido que los médicos de cabecera en Alemania no te dan antibióticos hasta que tus anticuerpos lo han dado todo. Así que lógicamente me dormí a los pocos minutos de sentarme. Ni intenté coger un libro para leer.

Como era un trayecto largo decidí comer en el vagón comedor, que es agradable y no estaba saturado por no ser un tramo muy frecuentado. El eje de norte a sur está más transitado que el del este al oeste.

Empecé a entablar una conversación con la pasajera que tenía delante que también se despertó de su insomnio. Una persona muy interesante: profesora de historia en la Universidad de Múnich y con familia en Berlín. Hace poco que trabaja en Múnich de lunes a jueves y el fin de semana en Berlín con su marido y dos hijos. Su alemán académico e impecable no facilitaba intuir que nació en el Líbano y que es de origen armenio. De hecho, su madre nació en el barrio armenio de Jerusalén y me contó su proyecto de salvar muchas fuentes históricas que todavía no han sido catalogadas. Esta experta en el reino otomano conoce Siria como la palma de su mano y durante la destrucción de Alepo sufría, pues sabía como se iban perdiendo archivos históricos particulares casa por casa y calle por calle en esa cuidad.

También me contaba la frescura con la que la gente se permite comentar los proyectos familiares de los demás. Concretamente de “cómo se le ocurría tener un segundo hijo y descuidar así su carrera profesional”. Es llamativo -decía- como decisiones personales se convierten en debates nacionales. En efecto, es curioso que en una sociedad de bienestar muchos propugnen modelos de felicidad que intentan implantar a los demás sin pedirles su opinión.

Leo también en el tren mis SMS, mis WhatsApp y mis mails y me pego un susto: el Diario de Mallorca me pregunta que dónde está mi artículo para La Almudaina del domingo… y aquí lo tienen.

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