No hay Jefe de Estado que se le ocurra no asistir a la final del Mundial de fútbol si su nación es candidata al título. Así lo hizo Angela Merkel en la final contra Argentina, acudiendo a Brasil en compañía del Presidente de la República, Joachim Gauck.
Es más, la Canciller no tuvo ninguna pega en bajar a los vestuarios tras el partido y dejarse fotografiar con los jugadores sudorosos. Siempre me he preguntado de dónde le viene a la Canciller Merkel esa facilidad para acercarse a las personas.
Y obtuve la respuesta durante una charla de una periodista con estudiantes que organicé hace poco. Le pregunté cuál era el mejor recuerdo que tenía de su profesión. Me dijo que nunca se había hecho esa pregunta, pero sí nos comentó que guardaba un agradable recuerdo de un viaje en helicóptero que hizo con Angela Merkel a una ciudad del Este de Alemania, cuando todavía era Ministra de la Familia y Helmuth Kohl le llamaba "mein Mädchen" (mi chica). La periodista hizo aquel viaje porque le interesaba más que nada el helicóptero, tenía poco interés en la persona de Angela Merkel. Pero todo cambió cuando fue testigo del encuentro de la ministra con jóvenes neonazis en el que pudo contemplar como Merkel fue escuchándoles y aconsejándoles de un modo muy acertado. Lo mismo hizo con un grupo de jóvenes comunistas con los que también supo ser una gran interlocutora. La conclusión que aquel día sacó la periodista sobre Merkel es que estaba dotada de una gran capacidad para el diálogo y que, por lo tanto, para ella fue absolutamente normal dirigirse a los vestuarios de los jugadores después de la final del Mundial y hacerse fotos con ellos.
Tampoco sorprenden los besos y abrazos con los jugadores en la entrega de medallas, ni que la Canciller alemana hiciera declaraciones públicas con carácter de relevancia nacional sobre la reciente dimisión de Philipp Lahm, capitán de la selección, diciendo: "Ser campeones del mundo es seguro un logro del equipo, pero el capitán también tiene algo que ver con ello. Le transmito mi gran respeto por lo que ha hecho por la selección nacional".
Alemania ha vuelto a la normalidad después del Mundial, como si no hubiera tenido lugar. Quizá todo lo contrario de lo sucedido en algunos países donde la identificación del fútbol con el destino nacional es extrema, o una derrota puede llegar incluso a la tragedia de tener que sufrir algaradas callejeras con víctimas mortales. En este sentido, conviene seguir actuando con prudencia. Sólo es fútbol.
Ya que dentro de pocas horas me dispongo a coger un avión a Roma y ante la pregunta sobre qué escribir esta vez, se me ha ocurrido el oasis alemán dentro de Roma y concretamente dentro del Vaticano: el camposanto teutónico. Es una buena prueba de la atracción que ejerce Roma sobre los alemanes. También es legendaria la descripción de Goethe de sus viajes a Roma entre 1786 y 1788, que han dado lugar a visitas turísticas a Roma según su trayecto.
El que da un paseo por la cuidad o incluso por un pueblo remoto de Alemania el primer día del mes de mayo se lleva una sorpresa al ver abedules ornamentados con tiras de papel de varios colores en los balcones o en las ventanas de muchas casas. Uno se pregunta, quién y cómo se han colocado.
Lo más habitual al subir a un tranvía en Europa – y más si hay mayoría de gente joven – es verles con sus smartphone – dale que te pego – tecleando en el whatsapp, facebook, sms, etc. Otros tienen sus auriculares puestos y escuchan música. Antes los auriculares eran pequeños, ahora cuanto más grandes y visibles, mejor. La cuestión es no hablar o mostrar interés por el vecino. Como si no exitiera, como si fuera invisible. Es una nueva forma del pasotismo.
"Cuando yo tenía tu edad, era normal tener hijos. Cuando tú eras niña tocaban seis adultos por cada niño menor de 18 años y ahora ya son nueve. Nos habíamos instalado en una sociedad sin niños, pero ¿a qué precio?. Nos hemos convertido en una república de viejos en la que aquello que antes llamaban sociedad de bienestar ha disminuido con gran rapidez. El crecimiento económico, según la definición de 2011 ya no existe, porque faltan los chicos".
Por su pasado histórico Alemania sigue prestando asilo político a muchas personas y además, debido a la baja natalidad, su futuro depende también de la inmigración.
"Ego - el juego de la vida" es el último libro de Frank Schirrmacher. Los libros de este autor marcan la opinión pública en Alemania. En 2004 apareció "Complot de Matusalén", sobre el envejecimiento en Europa. En 2006 "Minimum", sobre la importancia de la familia para la sociedad y, más adelante, "Payback", sobre la influecia de internet en nuestra vida.
Del 5 al 9 de junio se ha celebrado en Colonia el primer Congreso Nacional Eucarístico. Ya tuvieron lugar dos Congresos Eucarísticos internacionales en el pasado, uno en Munich y otro en Colonia.