Necesito escribir para aclarar mis pensamientos sobre el coronavirus. El pasado 18 de marzo la Canciller alemana Angela Merkel explicó en su discurso a la nación que esta crisis es comparable a los estragos de la Segunda Guerra Mundial. Esto me hizo recordar a Viktor Frankl, psiquiatra austríaco que sobrevivió Auschwitz y autor del libro “El hombre en busca del sentido”. Relata en este libro, que es la base de la Logoterapia que él fundó, que le gustaba pensar que algún día estaría en un aula contando su experiencia y que precisamente esto le ayudaba a superarse cada día hasta que llegó el día de la liberación. También nos conviene pensar que esta no es la primera epidemia mundial aunque sí global. Todo parece indicar que esto es mucho más que “una mala noche en una mala posada” pues hasta que no tengamos vacunas, medicinas o tests que identifiquen a personas infectadas o incluso inmunes, vamos a tener que seguir frenando o incluso parando nuestra vida social.
¡Es cierto: nos conviene pensar que esto se lo vamos a poder contar a nuestros nietos y biznietos! Ahora bien, me pregunto con qué velocidad lo vamos a querer olvidar, como si nada hubiera ocurrido. Algún idiota organizará una “After-Corona Party” después de haber olvidado el “Apocalypse Now”. Tras evitar el daño físico tendremos que sanar el daño psíquico (así lo está anunciando el psiquiatra austríaco Raphael Bonelli) y el económico, con un paquete de ayudas de una magnitud mucho mayor al Plan Marshall que fue la base del “milagro económico alemán”.
He abierto un fichero en mi ordenador con el nombre “corona” y ahí voy guardando todo lo que me está llegado estos días: el Decreto de Estado de Alarma en España, las restricciones de comercio y de tránsito en Baviera desde el 20.3 por la noche, algún que otro vídeo de WhatsApp de los muchos que me llegan y un largo etcétera. Pensemos, por lo tanto, en lo que estamos aprendiendo. Propongo que esta lista se la haga cado uno. De momento mi lista, por orden de importancia, es esta:
Estamos viendo como muchos están sacando a relucir lo que la psiquiatra Marian Rojas llama “la mejor versión de uno mismo”. Tiene razón el director de cine Juan Manuel Cotelo cuando habla en su vídeo del comportamiento del antihéroe y del héroe en las películas. Mientras que el antihéroe no sabe más que pensar en si mismo y quejarse, el héroe se detiene a reflexionar y piensa como salvar a los demás. También estamos viendo como muchas empresas están colaborando para contribuir a una mejor resolución de esta crisis. Así lo corrobora el World Económic Forum. Pienso en el personal sanitario, en los suministradores y distribuidores de las necesidades básicas, en el discurso de la primer ministra de Nueva Zelanda, Jacinda Ardern, en los paquetes de ayuda financiera proporcionada por los bancos centrales, en las empresas como ZOOM que ofrecen sus productos de videoconferencias gratuitamente a las escuelas, o en las escuelas de negocio como el IESE que emiten casi diariamente un Webinar gratuito a las cuatro de la tarde a través de su canal de LinkedIn con consejos muy prácticos de cómo superar las dificultades y de cómo preparase para un mundo nuevo que está por llegar. Amazon está buscando 100.000 empleados y Jeff Bezos ha anunciado un cambio logístico para mejorar la entrega de productos básicos. Italia cierra también las empresas que hacen trabajos “no vitales”. La carrera para encontrar una vacuna es cada día más apremiante y Novartis anuncia que regalará 130 millones de dosis de hydroxychloroquina en el caso de que esta medicina contra la malaria también sea eficaz contra el coronavirus. Bill Gates ha dejado su puesto en la junta de Microsoft para concentrar sus esfuerzos y su dinero en encontrar una vacuna, y así un largo etcétera.
Por otro lado, también hemos aprendido a seguir unas reglas para cuidar nuestra salud y la de los demás. Y que la limitación y el confinamiento también pueden ser expresión y ejercicio de la libertad personal. Hemos aprendido que es posible pasar dos semanas con la familia encerrados en casa y no volvernos todos locos, quizá con la ayuda de un horario bien pensado. Hemos aprendido a mantener las distancias, a no atropellar a la gente, a esperar sin dar empujones, a proteger a los mayores y a homenajear con el aplauso a todos los que nos ayudan.
Nos hemos sorprendido de todas las personas que se han acordado de nosotros y nos hemos pasado horas llamando a antiguos amigos por teléfono. Hemos sido capaces de desarrollar una gran creatividad y hemos dado un salto al mundo digital. Nos hemos dado cuenta de las ventajas y de las desventajas del “Home Office” y ya tenemos muchas ganas de volver a darnos un abrazo.
Hemos visto que el sentido común existe, que el “Home Schooling” es una opción, que los padres son los primeros educadores, que la NASA facilita imágenes de un mundo con poca contaminación, que aparecen delfines en las aguas de Venecia, que el pánico no es buen consejero y que hay medidas que al principio nos parecen desproporcionadas pero que en algunos casos son sorprendente eficaces. No cabe duda que el daño económico es enorme, pero asombrosamente somos capaces de anteponer la defensa de la vida al bienestar económico. El presidente comunista de Turingia, Bodo Ramelow, incluso reza para que llueva y la gente no salga a calle.
Nos hemos dado cuenta de que el mundo es verdaderamente global y que la vida es demasiado corta como para pasársela horas y horas delante de un ordenador en la oficina o enganchados a un smartphone, en lugar de disfrutar de la naturaleza y de la creación. Hemos aprendido que es posible hacer un parón y que la eficacia no consiste en el movimiento y la agitación sino en la serenidad.
El precio de esta lección es descomunal, ¿sabremos no olvidar lo aprendido?