El anuncio de que Angela Merkel no se presentaría como candidata a la presidencia de su partido dentro de 2 años causó sensación en Alemania y en buena parte del mundo. Era, por otra parte, una noticia esperada desde el momento en el que nombró a Annegret Kramp-Karrenbauer (un nombre difícil de pronunciar incluso para los alemanes, que lo recortan con AKK) como la nueva secretaria general del Partido Cristiano Demócrata.
Es pronto para emitir una valoración histórica del legado de Angela Merkel, Canciller desde noviembre del 2005. En ella hay tres vertientes que siempre determinan sus decisiones: Primero, sus estudios de física y su “sangre fría” y mentalidad analítica a la hora de tomar decisiones. Segundo, su educación cristiana, como hija de un pastor luterano y, tercero, su experiencia y trabajo junto a Helmut Kohl. De ambos se dice que no dejaban crecer a ningún posible sucesor a su lado y que a ello se debe su larga permanencia en el Gobierno. También es cierto que Merkel ha sido la primera mujer en llegar al cargo de canciller en Alemania y que, por lo tanto, muchos hombres de la política han tenido que aprender a tener una mujer por jefa. Incluso se hace la “broma” de si Alemania está preparada para tener “una canciller masculina” de nuevo.
Como posibles sucesores en la presidencia de su partido se barajaba a Friedrich Merz (uno de los antiguos “decapitados” por Merkel, que hace años afirmó que debería ser posible escribir la declaración de impuestos sobre un posavasos), el joven ministro de Sanidad Jens Spahn (de tendencia homosexual públicamente conocida, famoso por sus llamativas propuestas como la de crear un impuesto a aquellos que no tienen hijos para compensar los costes del invierno demográfico y así favorecer a los padres) y Annegret Kramp-Karrenbauer, que ha sido presidenta de uno de los land más pequeños, el Saarland (comparable a una cuidad), madre de tres hijos y que tuvo la osadía de manifestar en su día su oposición al “matrimonio para todos”. Finalmente ha sido esta última la que ha ganado la carrera como candidata a la Cancillería, al haber obtenido 35 votos más que Friedrich Merz y, con ello, ser investida como nueva presidenta de la CDU.
Pienso que la principal tarea de un gobernante es ser un servidor público y Merkel ha gobernado sin escándalos personales y con un gran espíritu de servicio. Algunos la tachan de oportunista. Recordemos su decisión de apartarse de la energía nuclear (y así conseguir todo el sector liderado por los verdes) o su apertura a la recepción de inmigrantes (y así acapararse de un sector más bien socialista). Hasta el punto que algunos piensan que ha traicionado el ideario conservador y, por eso, los cristiano demócratas han perdido recientes elecciones locales y los populistas han podido entrar en el escenario.
Algunos la echarán de menos antes de lo que creen, otros piensan que ya era hora de pasar el testigo y eso lo ha hecho bien.
Yo he visto a la Canciller Merkel solo una vez en mi vida y aunque llevo varias décadas viviendo en Alemania, casualmente donde la vi fue en la calle del Palau Reial de Palma, paseando junto al presidente Zapatero desde Cort al Palacio de la Almudaina, el 31 de enero de 2008 con motivo de una cumbre hispano-alemana. Un día que no olvidaré. Yo agradezco a la Canciller el servicio que ha prestado a su país que es desde hace 34 años también el mío.