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  • Las decisiones más importantes no las toma un ordenador

    internet.jpg"Cuanto más penetra el ordenador en nuestro modo de hablar y en nuestra comunicación, tanto más urgente es una educación con el fin de mostrar que los modos de comportamiento humano más valiosos no se caracterizan por la posibilidad de ser anticipados". Esta es, a mi modo de ver, la sentencia más aguda del último libro de Frank Schirmacher, Payback, sobre el por qué en la era de la información nos vemos obligados a hacer lo que no queremos y cómo podemos recuperar el control sobre nuestro pensamiento. El acercamiento antropológico al fenómeno de la red es realmente una asignatura pendiente.

    El conocido editor del Frankfurter Allgemeine Zeitung, Frank Schirrmacher, fue premiado como periodista del año 2004 por su libro Das Methusalem-Komplott, que trata sobre el envejecimiento de la población y la crisis demográfica. En el año 2006 marcó el tema de año con su libro Minimum sobre la familia como columna vertebral de la sociedad. En el año 2007 fue el primer periodista en recibir el premio Jacob-Grimm de la lengua alemana.

    Según Schirrmacher "las tres ideologías que han cambiado de un modo más radical la vida de los hombres en los dos últimos siglos han sido el taylorismo -es decir, la optimización del trabajo controlado por un cronómetro y la obsesión por la máxima eficacia-, el marxismo y el darvinismo. A estos tres modos de ver el mundo los encontramos de nuevo juntos en la época de la digitalización en forma personificada. El taylorismo bajo la forma del multitasking (realizar muchas tareas al mismo tiempo), el marxismo en la forma de la información gratuita y en la autoexplotación con el microtrabajo en la red (del que se aprovecha sobre todo Google) y el darvinismo en la forma de la ventaja de aquel que cae el primero en posesión de una información decisiva".

    Devorar datos

    La avidez por conseguir información sigue mecanismos similares a la necesidad de conseguir alimento. A veces incluso es más bien un devorar inconsciente que un digerir. Es necesario ir pensando en la dieta informática. La distracción se ha convertido en "trabajo". La red está cambiando nuestra forma de pensar. Acumulamos muchos conocimientos en nuestro cerebro y ya se habla de la existencia de un "cerebro externo", que es la red. Ahora bien, la utopía de que un ordenador que llegue a "pensar", es eso, una utopía. Un ordenador no tiene más inteligencia que la que le metemos dentro. El mayor riesgo es, sin embargo, la pérdida del fundamento de toda decisión inteligente: la atención. Al manejar varios programas al mismo tiempo sufrimos constantes distracciones. Tardamos unos 25 minutos en entrar de nuevo en la materia que habíamos abandonado y este el motivo por el cual constantemente nos preguntamos: ¿qué estaba haciendo?

    Schirrmacher cita al investigador Clifford Nass sobre el multitasking:

    -Cuanto más se decanta la persona por el trabajo mediático simultáneo tanto menos es capaz de decidir qué quiere almacenar en su memoria de trabajo y, por lo tanto, todavía aumenta más su despiste.

    -El que practica el multitasking pierde sistemáticamente la habilidad de distinguir entre lo importante y lo trivial. Así le ocurre también a la memoria, lo cual conlleva a ser menos capaces de sacar conclusiones.

    -Por practicar el multitasking se reacciona con más frecuencia ante falsas alarmas y, por lo tanto, al llegar una nueva información somos capaces de abandonar todo lo que hacíamos y perdemos la capacidad de juzgar si tenía sentido distraer la concentración o no.

    -El multitasking no produce trabajar con mayor rapidez sino que uno se vuelve más lento en cada una de las tareas que realiza al mismo tiempo.

    -Las capacidad intelectual de los que hacen varios trabajos simultáneamente produce cada vez más fallos y se deteriora. La facultad del hombre de pensar es cada vez más errónea.

    "La pregunta de la que nos tenemos que ocupar -concluye Schirrmacher- no es sobre lo que hacemos cuando pensamos, sino sobre lo que hacemos cuando no pensamos. ¿Qué ocurre cuando nos basamos de un modo rutinario en la experiencia sin reflexionar sobre ella?. En otras palabras: ¿Qué ocurre cuando nuestra atención ha sido corroída?.

    Hemos llegado al otro extremo como declaró Alan Greenspan el 23 de octubre de 2008 ante el Congreso americano, a raíz de la crisis financiera: "Con motivo del descubrimiento del modelo del precio que ha contribuido mucho al desarrollo del mercado de derivados y se le ha entregado un premio Nobel... pero todo el edificio de pensamiento se vino abajo el pasado verano".

    Lo importante son las preguntas, no las respuestas

    De una manera más o menos consciente nos pasamos todo el día introduciendo datos, por ejemplo en Facebook. ¿Nos estamos convirtiendo en el hombre totalmente previsible? El desafío real consiste en buscar lo que no está en la red. Schirrmacher nos recuerda que lo que nos distingue de las máquinas no son las respuestas sino las preguntas. En la red queremos descubrir quiénes somos al descubrir lo que hace todo el mundo. No hay ninguna noticia verdaderamente importante que no nos llegue. Lo que ocurre es que nos volvemos cada vez más ciegos ante lo inesperado.

    La informática está cambiando la forma de enseñar y de estudiar. Según cita Schirrmacher el estudiante medio anualmente lee ocho libros, visita 2.300 páginas web, mira 1.281 perfiles de Facebook, diariamente se pasa tres horas y media en la red, telefonea con el móvil dos horas, escribe cada curso 42 páginas de trabajos de seminario y más de 500 páginas de emails y se pasa toda la clase mirando en Facebook....y, en parte, estudia una carrera que en el futuro ya no existirá... Conclusión: estamos perdiendo el sentido de la enseñanza y del aprendizaje. ¿De qué nos sirve el tiempo que ahorramos con las nuevas tecnologías si no lo utilizamos para pensar más sobre el fin de nuestro actuar?.

    Schirmacher concluye que en los tiempos de la vida digital, en el ejercicio de nuestra libertad, lo que se manifiesta más importante es la necesidad de un cambio de perspectiva. "Si perdemos la fe en la libertad del hombre, en este mundo cada vez más previsible, el comportamiento social del hombre cambiará de una forma radical y nos volveremos cada vez más agresivos y menos condescendiente con otras personas".

    Frank Schirrmacher
    Payback
    Karl Blessin Verlag, München 2009
    ISBN 978-3-89667-336-7
    240 páginas, 17,95 €

  • Tierra Trágame

    Archiv.jpegÉrase una vez el archivo histórico de la ciudad de Colonia. Era un lugar que estaba en mi camino habitual al dentista. Por esa calle, abarrotada de espectadores, transcurrió también el desfile del carnaval de Colonia. Pocos días después, el 3 de marzo de 2009, a las dos de la tarde, entró un obrero en el archivo y alertó a todo el mundo para que saliera zumbando. Había oído ruidos muy sospechosos. En cuestión de minutos se derumbó el archivo y la tierra "se lo tragó", así, tal cual. ¡Desapareció!. El muro de contención del metro que se estaba construyendo en la cercanía cedió. Milagrosamente no falleció nadie en aquel lugar, pero sí en un edificio contiguo que fue arrastrado por el derrumbe. El suelo de la vivienda de un aprendiz de panadero que acabada de regresar del trabajo se desintegró y con el, el aprendiz.

    Empezaron a llegar cientos de hormigoneras para que no cedieran más edificios contiguos. Mi dentista tuvo que cerrar la consulta durante tres semanas. Se instaló un techo sobre la ruina para que no se mojaran los papeles, de modo que se pudiera salvar el mayor número posible de documentos. Ahí está el archivo del escritor Heinrich Böll y muchos archivos privados cedidos a la cuidad. Muchos documentos históricos se perdieron para siempre. Una pérdida material de 700 millones de euros. La pérdida intelectual, incalculable.

    Con aquel episodio Colonia se asoció con una chapuza de magnitud nacional y acaparó la atención de los medios de comunicación de todo el país. A las pocas semanas el alcade afirmó que no se volvería a presentar a las elecciones. No rodaron más cabezas.

    A punto de cumplirse un año de la catástrofe, ha salido a la luz una de las mayores desgracias de la historia de la construcción en Alemania: no se cumplieron las normas de seguridad. Con el conocimiento del capataz, desaparecía el hierro destinado a armar el cemento. El fenómeno del robo en las construcciones por parte de los obreros es un algo lamentablemente conocido y común. La construcción seguía su ritmo sin la supervisión de los organismos pertinentes de la cuidad de Colonia. Ya existían avisos de que el terreno podía ceder. En la cercanía cedió la torre de una iglesia que más tarde llamaron la "torre inclinada de Colonia". A todo esto se añaden los informes falsificados sobre el progreso de la obra. La constructora, Bilfinger Berger AG, una de las más potentes del país, está ahora a punto de la quiebra, y el fiscal investiga otros proyectos de la misma empresa, como por ejemplo, la traza del tramo del tren de alta velocidad en Baviera.

    En las próximas semanas, con motivo del deshielo, subirá el nivel del agua del Rhin y también el nivel de las aguas subterráneas de Colonia. Se está investigando si habrá más paredes que podrían ceder a la presión. Todo se ha convertido en una gigante pesadilla.

    No salgo de mi asombro de cómo es posible tanta chapuza, tanta ingenuidad y tanta energía criminal. Todavía no me lo explico. Será parte de la conditio humana.