Hemos sido testigos en las últimas semanas de un interesante contencioso entre un magnate de la industria de la aviación alemana y un independentista catalán. Desde luego, el "diálogo" no ha pasado por alto y ha sido registrado en todos los medios periodísticos de Alemania y ha dejado un mal recuerdo –concretamente una profunda sensación de ridículo por ambas partes– que espero que pase pronto al olvido.
Es una buena lección para reflexionar sobre la tolerancia y la diplomacia. El presidente de Air Berlin, Joachim Hunold, ha tenido poco tacto al escribir un editoral polémico en la revista de su empresa, ignorando la realidad lingüistica de Mallorca. Joan Puig se ha cubierto de gloria con su reacción al comparar a Air Berlin con "Air Goebbels". Una dictadura (la del imponer el español y eliminar el catalán, en la época de Franco) no se resuelve con otra dictadura (ni la de Hitler, ni la del catalanismo intolerante). Existe la "dictadura de la intoleracia" y el diálogo es lo único que nos permite avanzar.
Ahora bien, visto desde la perspectiva de un mallorquín, de padre mallorquín y de madre madrileña, que lleva casi un cuarto de siglo fuera de Mallorca y, por tanto, de España, sí puedo afirmar que el discurso lingüistico se ha salido de quicio. Yo me siento muy mallorquín, muy español y ahora mismo también muy alemán. Y todo es compatible. No pocos mallorquines pensamos que el mallorquín es mallorquín y el catalán es catalán. Están relacionados, pero no son lo mismo. No pocos padres mallorquines tienen que preguntar a sus hijos a la hora de ayudarles a hacer los deberes del colegio por el significado de algunas palabras que sólo se utilizan en el catalán.
Como descendiente del poeta Josep Lluís Pons i Gallarça, me parece muy bien que se conserve, defienda y promueva la cultura mallorquina. Otra cosa es que se imponga, sobre todo a personas que no son de la isla. Quizá hay que inaugurar el discurso sobre la apertura y la integración cultural y lingüistica con los visitantes que no son de la isla. Nací en el 66 y, por desgracia, no aprendí el mallorquín en la infancia. Lo entiendo, naturalmente, pero no lo hablo. Me encanta oirlo y, si algún día regreso permanentemente a la isla, lo primero que haré será aprenderlo para dominarlo oralmente y por escrito.
Hace poco estuve en Barcelona y un taxista –suelen ser personas muy sabias– me contaba que piensa que tal y como existen colegios alemanes e ingleses en algunas cuidades de España, también habría que ir pensando en implantar el "colegio español" –como si de algo extraterritorial se tratase– en aquellas autonomías en las que el castellano sea o se convierta en una lengua de minorías. Esa opción, propia de un país libre, se podría conceder para aquellos padres que deseen que sus hijos dominen bien el castellano, ya que es, después del inglés, la lengua más importante del mundo. La propuesta del taxista no parece tan absurda, digo yo, ya que dispuestos a sacar las cosas de quicio, esta opción no suena tan mal. Sigamos pensando... y mientras tanto les digo: Aufwiedersehen!
-
-
Little Isanbul
En Alemania viven tres millones de turcos. Berlín y Colonia son las ciudades que tienen la mayor proporción de ciudadanos procedentes de un país que sigue luchando por lograr un sitio en la Unión Europea. La población turca impregna la imagen de la ciudad, especialmente en aquellos barrios en los que uno piensa estar en pleno Estambul. Una de esas calles, por ejemplo, es la Venloer Strasse de Colonia: pequeñas tiendas, artilugios y decoraciones poco comunes en Alemania, todo ello acompañado de un cierto desbarajuste.
No cabe duda de que la población turca es un importante factor económico del que Alemania no puede prescindir. Se ocupan de un buen sector de la gastronomía y se encuentran muy bien representados entre los trabajadores industriales, junto a las cintas mecánicas de muchas fábricas.
Al mismo tiempo, es patente la tensión entre los alemanes y los turcos, que se desenvuelve en un marco pacícfico, pero no deja de haber crispaciones. Al comenzar este año fallecieron en Ludwigshafen once turcos en un incendio. Algunos medios turcos reaccionaron inmediatamente, y sin conocimiento de causa, acusando al país de xenófobo. La investigación judicial, a la que se invitó a participar a la policía turca, concluyó que el incendio no fue provocado, sino consecuencia de un defecto técnico.
En este clima de tensión aparecieron en Colonia anuncios en turco invitando a un discurso del presidente Erdogan. Acudieron 15.000 turcos y el discurso fue naturalmente en turco. Erdogan había invitado inicialmente a Merkel a hablar con él, que aunque en un principio mostró su disposición para acudir al evento, al final rechazó la idea.
Alemania se niega rotundamente a que se den clases de Islam en los colegios públicos y mucho más si no son en alemán. Hace pocos años había muchas voces a favor de la entrada de Turquía en la Unión Europea, lo cual implica ventajas en el ámbito de la seguridad para Europa, como "válvula de control" entre el mundo occidental y el mundo islámico. Sin embargo, actualmente han desaparecido las prisas para acoger a Turquía. Mientras tanto Alemania reflexiona sobre su propia identidad, ante lo que le es desconocido.
La tensión ha crecido especialmente en Colonia con el proyecto de construir una mezquita cuyos minaretes sean tan visibles como las torres de la catedral de Colonia. Muchos católicos dicen que no están en contra de la construcción de una mezquita en Colonia, bajo la condición de que deje de estar prohibida la construcción de templos cristianos en Turquía. El cardenal de Colonia, Joachim Meisner, ha pedido al presidente Erdogan, con motivo del año jubilar de San Pablo, que construya un iglesia en Tarso. Hay que tener en cuenta que una mezquita es mucho más que un lugar de culto: es un centro comercial, un centro escolar, un lugar de recreo.
Una muestra de progreso en acercamiento de las culturas es la Universidad aleman-turca que abrirá sus aulas en Estambul en otoño de 2009. Nos encontramos ante el desafío del dialógo que requiere un intenso conocimiento mutuo que no sea ni intolerante ni ingenuo. -
El debate ético
En los primeros meses de 2008 un mosaico de acontecimientos ocurridos en Alemania está involucrando al país en un interesante debate ético. El telón de fondo del debate es el concepto de Estado que Alemania tiene de si misma. Se puede observar un aumento cada vez mayor de la presencia y del control del Estado, en algunos casos desmesurado, que tiene como consecuencia que no pocos alemanes con talento estén abandonando el país: investigadores, médicos, empresarios, familias, etc. y, mientras tanto, va aumentando la polarización interior y el campo de crecimiento de los extremismos. Alemania se encuentra ante la encrucijada del respeto a la libertad personal sin que esto suponga renunciar a valores y a virtudes que han convertido a este país en uno de los más importantes de Europa y del mundo. Destacaré algunos:
El debate sobre las prácticas de control fiscal: Klaus Zumwinckel, presidente del Postbank, fue detenido en su casa por los cochazos de la policía fiscal, con previo aviso a la prensa y a la televisión que pudo dar fe de la "ejecución pública". Se le acusaba de fuga de capitales en Liechtenstein. El Gobierno decidió optar por el escarmiento público para promover la auto acusación en aquellos casos similares a éste, una estrategia que ha dado buenos resultados. Lo llamativo de esta situación es que el Ministerio de Hacienda ha obtenido estos datos comprándolos a un antiguo empleado del banco de Liechtenstein, que los sacó ilegalmente y los vendió al servicio secreto alemán.
El debate sobre los salarios de los altos directivos de empresa: Muchos políticos, especialmente del partido socialdemócrata, SPD, reclaman que se publiquen los salarios de los ejecutivos. En mi opinión es de justicia reclamar que un ejecutivo cobre en relación a su responsabilidad y, también es de justicia, que los empleados reciban un salario de acuerdo con las ganancias o las pérdidas de una empresa. Ahora bien, no me parece justo que un ejecutivo negocie su indemnización (golden handshake) y llege a cobrar grandes sumas de dinero en el caso de que no logre alcanzar los objetivos que le impone el consejo de administración. Tengo que reconocer que pedir que se publiquen los salarios me parece un poco calvinista. Me recuerda a lo que sucede en las viviendas de Holanda, que no tienen cortinas para que la sociedad pueda controlar lo que ocurre dentro de los hogares.
Sea como fuere, en estos intensos debates se están marcando las pautas que decidirán el futuro de este país. La mejor opción es siempre la de la libertad responsable. Como decía el psiquiatra alemán que sobrevivió Ausschwitz, Viktor Fankl: "A la estatua de la Libertad le falta la estatua de la Responsabilidad".