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  • ¿Bebé o carrera?

    7aebb6bc570e680429e1f94fe60f817f.jpegDesde hace varios años existe un fuerte debate sobre la familia en Alemania que se ha desencadenado con el patente envejecimiento de la nación y con la falta de personal cualificado y especializado en el sector industrial.

    Me parece especialmente preocupante la noticia que publicó el 11 de noviembre uno de los periódicos más prestigiosos del país, el Frankfurter Allgemeine Sonntagszeitung: Están aumentando los casos de pleitos presentados por madres que se ven degradadas cuando regresan a su puesto de trabajo después de la baja por maternidad, que en Alemania es, como mínimo, de un año y puede ser prolongada a tres años, con la obligación por parte de la empresa de ofrecer un trabajo equiparable al regresar a la empresa.

    Cuanto mayor es la prolongación de la baja tanto mayor es la severidad de la "represalia". No son pocas las madres que, después de ocupar un puesto de responsabilidad y bien remunerado, se ven ante la alternativa de un puesto menos exigente y peor remunerado. Esto también les ocurre con frecuencia a los padres que optan por participar en la educación de los hijos, acogiéndose a las posibilidades que, desde este año, el Estado ofrece para la baja paternal de los hombres.

    También he observado el fenómeno contrario: en periodos de despido y de crisis aumentan los embarazos como vía de protección del propio empleo, ya que la empresa está obligada a mantener durante tres años ese puesto de trabajo. De este modo, la crisis económica contribuye, de un modo paradójico, a un aumento ligero de la natalidad.

    Conozco casos por referencias personales, especialmente en el mundo de los bancos, en los que se comunica explícitamente a las mujeres – lo cual, naturalmente, es ilegal – que el nacimiento de un hijo equivale a exponerse a un despido.

    Una política empresarial que no respeta la maternidad supone, ciertamente, una a para un país con una industria fuerte en el sector de los servicios. Existe una batalla por el talento en dicho sector, ya que una buena formación es uno de los fundamentos de la competitividad. Naturalmente este talento es abundante entre las mujeres, no cabe duda, y muchas veces más que en los hombres, ya que las mujeres, especialmente las que son madres, tienen más capacidad de hacer varias tareas simultanemente y tienen más empatía a la hora de captar el contexto de las diversas situaciones que se presentan en el mundo laboral y que, en algunos casos, llegan a recordar a algún que otro conflicto infantil...

    Lamentablemente buena parte del sector privado tiene un pensamiento único en esta materia y es el siguiente: Respetar la maternidad resulta caro para la empresa. Y no se tiene en cuenta que es prioritario aumentar el reconocimiento social de la tarea educativa de una madre, dada su aportación imprescindible para promocionar el talento de las nuevas generaciones. Lograr el balance entre ambas posiciones es el gran desafío del siglo XXI, al que tienen mucho que aportar tanto los varones como las mujeres de empresa. Las administraciones públicas deben involucrarse, sin complejos, y apoyar a las empresas que fomenten la conciliación laboral y familiar de hombres y mujeres. Para ello es imprescindible aumentar la conciencia de la Empresa Familiarmente Responsable. Una contribución concreta es el certificado que ha desarrollado el Centro Internacional Trabajo y Familia del IESE Business School.

  • Tener raíces

    867384e08a85fd221fcc5b03de3730a1.jpgSi te paseas en un día de invierno con abrigo y bufanda por una ciudad o un pueblo de Alemania y ves a un grupo de niños cantando alegremente, cada uno de ellos portando una lámpara de colores iluminada por una vela, lo más probable es que sea 11 de noviembre.

    Se cuenta de San Martín de Tours, que fue obispo de esa ciudad, que iba cabalgando y al ver a un mendigo con muy poco abrigo se apiadó de él y partió su manto con la espada para que se pudiera resguardar del frío. Este fue el motivo de uno de los conocidos cuadros de El Greco. Esta escena se repite en muchas ciudades, barrios y pueblos de Alemania el día de San Martín, que coincide también con el comienzo de la temporada del carnaval y que concluye el miércoles de ceniza. Las lámparas se construyen en los colegios con papel de celofán y suponen el orgullo de cada niño. En la clase se aprenden las canciones típicas del día que los niños van cantando por la calle, en muchos casos acompañados de un San Martín cabalgante, y la jornada termina con una pequeña hogera en la que se reparte también un bollo de pan dulce con pasas, típico de esta celebración.

    También es tradicional en este día cenar el "ganso de San Martín", ya sea con la familia o con los amigos, lo cual también tiene su origen en la leyenda que dice que San Martín, al enterarse que iba a ser elegido obispo, le entró tanto pavor, que se encerró en un corral de gansos... y tal fue el ruido que armaron, que todo el pueblo se enteró de dónde se habia ocultado.

    Es bonito cuidar las tradiciones y los ritos pues dan orden y ritmo a nuestra vida y, de algún modo, cultivan también en los más pequeños, ejemplos que vale la pena seguir. Soy muy amigo de lo moderno y de los avances de la tecnología y poco partidario de quedarse anclado en un tiempo pasado. Ahora bien, me temo que el peligro de ser una persona sin raíces es cada día mayor, pues vivimos del "fast-food" y del "fast-everything". Todo tiene que ser rápido y, por lo tanto, resulta más superficial.

    Una vista al pasado, una vista a nuestro árbol genealógico puede ser muy aleccionador. Saber más sobre la vida de nuestros padres, de nuestros abuelos; de nuestros tíos y de nuestros tío-abuelos; de nuestros bisabuelos y de nuestros tatarabuelos es algo realmente emocionante. Los abuelos tienen una misión importantísima a la hora de cultivar la tradición familiar. No solamente son fabulosos contadores de cuentos, sino que también son fabulosos contadores de su propia historia. No podemos ser hombres ni mujeres sin historia. No existe el futuro si no tenemos nuestras raíces bien fijadas.

    Desde el año 2000 cada cinco años nos reunimos todos los descendientes de los padres de mi abuelo materno y nos juntamos unas doscientas personas y, ya que hasta ahora sólo una vez tuve la oportunidad de asistir, esa reunión familiar pertenece a unos de los recuerdos más felices de mi vida. Es todo un lujo conocer con nombre y apellidos a la mayoría de mis primas y primos segundos, que ya son casi una legión incontable. Mi familia es, gracias a Dios, "horizontal". Me aterroriza la familia "vertical" con apenas un hijo, que tendrá que cuidar de cuatro abuelos y de ocho bisabuelos. Por eso pienso que los gobiernos deberían potenciar mucho más las ayudas a las familias, para fomentar el necesario crecimiento demográfico y para asegurar que cada generación pueda cuidar a la anterior.