Lo que más admiro de los hermanos Hans y Sophie Scholl y del grupo de amigos de la “Rosa Blanca“ (www.weisse-rose-stiftung.de) es precisamente la amistad inquebrantable de la que gozaron entre sí y que bien pudo ser la conditio sine qua non del éxito de la resistencia estudiantil que protagonizaron durante la Alemania . Hoy en día, desgraciadamente, es poco común encontrar amistades con tanta fuerza.
El movimiento de la Rosa Blanca fue la venganza de una joven generación protagonizada por aquellos adolescentes que el mismo sistema dictatorial había intentado educar y que renegaba de ese adiestramiento. El historiador y crítico de cine José M. García Pelegrín publicó ahora hace un año el libro “La Rosa Blanca, los estudiantes que se alzaron contra “ (Ed. LibrosLibres). Este libro contiene, por fin en lengua castellana, valiosos documentos, como por ejemplo los textos de las Hojas de la Rosa Blanca.
Sobre la amistad escribe:
“A pesar de estar muy unidos entre sí, los cinco hermanos Scholl no formaban un grupo cerrado, sino que mantendrán siempre la casa abierta a amigos, compañeros y vecinos. Uno de los amigos que va a tener una influencia decisiva en la familia Scholl es Otto (Otl) Aicher, el futuro marido de Inge (hermana de Sophia y de Hans: y compañero de clase de Werner en Ulm. Según dirá más tarde su futura esposa Inge: Otl era uno de los amigos que nos dieron a conocer los libros de Sócrates o también las Confesiones de San Agustín, los Pensamientos de Pascal, ¿Qué es el hombre? de Theodor Haecker, y obras de filósofos y escritores franceses como Maritain, Bernanos y Bloy. Werner había comenzado a formar una biblioteca de las religiones; primero había leído a Laotse; después se dedicó a leer a Buda, Confucio, los filósofos griegos. Por su amigo Otl Aicher conoció los testimonios de la primitiva cristiandad y los grandes pensadores cristianos. De este modo, Werner fue el primero de nosotros que se dedicó a estudiar el cristianismo”.
Aquí se aprecia el transfondo cultural de la Rosa Blanca. No pocos alemanes de mi generación (40 años) se han quedado asombrados con la película “Sophie Scholl” en la que aparece una protagonista muy afín al cristianismo, mientras que ellos, en el colegio, aprendieron que la Rosa Blanca era simplemente un movimiento alemán de resistencia. Ahora se percibe, por fín con mayor rigor histórico, de dónde procede precisamente la fuerza para esa resistencia en la Rosa Blanca.
El autor transcribe una carta de Hans Scholl a su madre, fechada el 24 de agosto, y una anotación del 28 de agosto de 1942 desde el frente de Rusia:
“Creo en el inmenso valor del sufrimiento. El verdadero sufrimiento es como un baño del que el hombre sale renacido. No queramos escaparnos de él, no hasta el final. ¿No es crucificado Cristo mil veces cada hora? (...) Sólo oigo, durante el día y la noche, los gemidos de los que sufren; cuando duermo, los suspiros de los abandonados; y cuando reflexiono, mis pensamientos terminan en la agonía. Si Cristo no hubiera vivido y no hubiera muerto, no habría realmente ninguna salida. Entonces, todo el llanto sería horriblemente absurdo. Entonces habría que correr contra el próximo muro y romperse la cabeza, pero así no”.
Las hojas de la Rosa Blanca, que fueron el motivo de la ejecución de su miembros, no tienen desperdicio. Como pieza de muestra veamos lo que dice la ta hoja:
“Nuestro pueblo se encuentra conmocionado por el hundimiento de los hombres en Stalingrado. Trescientos treinta mil hombres alemanes han sido abocados a la muerte, sin sentido e irresponsablemente, por la genial estrategia del cabo de la Guerra Mundial. Führer, ¡muchas gracias!.
Los Gauleiter (jefes de la SS) atacan con burlas lascivas el honor de las estudiantes. Las estudiantes de la Universidad de Múnich han dado a la profanación de su honra una respuesta digna; estudiantes alemanes han defendido a sus compañeras y han sabido resistir...Este es el principio de nuestra autodeterminación, sin la cual no se pueden crear valores espirituales (...). Para nosotros sólo hay un lema: ¡La lucha contra el partido! (...)¡Libertad y honor! Durante diez largos años, y sus compadres han experimentado hasta el hastío estas dos magníficas palabras alemanas, las han manido y tergiversado como sólo lo pueden hacer diletantes que echan a los cerdos los mayores valores de una nación. Lo que para ellos significan la libertad y el honor lo han demostrado suficientemente en diez años de destrucción de toda la libertad material y espiritual, de toda la sustancia moral del pueblo. El nombre alemán permanecerá para siempre mancillado si la juventud alemana no se alza para vengar y expiar, al mismo tiempo; para aniquilar a sus opresores y construir una nueva Europa espiritual. Estudiantes: ¡nos mira el pueblo alemán! De nosotros espera como en 1913, cuando arrojó de sí el napoleónico, que del mismo modo arrojemos el nacionalsocialista en 1943”.
Cada vez que entro en el patio de la Universidad de Múnich, donde se arrojaron las hojas de la Rosa Blanca y donde fueron arrestados Hans y Sophie Scholl, me sobrecoje el recuerdo de estas palabras que bien vale la pena refrescar en la memoria, ahora que rememoramos el 50 aniversario del Tratado de Roma.
Comentarios
Leí la obra que comentas al poco de ser publicada, y me gustó. Quería preguntarte si sabes de algún otro libro en castellano que trate ese tema (en alemán todavía no me atrevo, aunque estoy en ello). Muchas gracias, Carlos.