Según datos publicados recientemente, el 61 % de las madres que dieron a luz en España en el año 2003 tenían más de 30 años. Este indicador revela el progresivo retraso de la maternidad, si se tiene en cuenta que en 1990 este porcentaje era sólo del 36 %. También aumenta el número de madres primerizas mayores de 30 años, que en 2003 representaron casi la mitad (el 49 % del total).
¿Y qué indicadores de natalidad hay en Alemania?. El ministerio de la Familia en Alemania ha promovido una serie de estudios para investigar, por contraste, cuál es la situación de la paternidad masculina. Según un estudio del Instituto Federal de Investigación Demográfica, el número de hijos deseados por los varones alemanes menores de 35 años es 1,31 hijos. Esto corresponde, de modo asombroso, a la actual tasa de natalidad en Alemania (en el caso de las mujeres, el número deseado de hijos es 1,74).
Otro aspecto relevante es el escaso porcentaje de varones alemanes que solicitan la baja laboral temporal por razones de paternidad. El periodo de baja del trabajo por tener un hijo, al que desde 2001 tienen derecho igualmente tanto el padre como la madre, apenas es reclamado por el varón. Sólo en el 4,9 % de los casos es el padre el que solicita la baja.
Según una encuesta del instituto demoscópico Allensbach, el 82% de los varones no quieren interrumpir su profesión, ya que las pérdidas económicas para la familia son mayores si el varón permanece en casa y, además, el 74% de los varones piensan que tendrían desventajas profesionales si acceden a una interrupción para ocuparse totalmente o parcialmente de la educación de los hijos. Tan sólo en el caso de que el Estado restituyese el 67% del salario neto (y como máximo con 1.800 euros mensuales) durante el periodo en el que el padre o la madre se dediquen a la atención de los hijos, el 48% de los jóvenes profesionales varones accederían a interrumpir su trabajo para dedicarse al cuidado del hijo (el 33% durante un año y el 15% durante unos meses).
Parémonos a pensar. Resulta que el problema demográfico ya no es un problema individual de si se está dispuesto o dispuesta, o no, a tener hijos, de si apetece o no apetece... sino que un país tan desarollado como Alemania no sabe qué hacer para ver de dónde salen los niños, que son necesarios para asegurar el futuro del país. Queda bien claro que no es un problema sólo del hombre, o sólo de la mujer: es un reto para los dos. Se trata de una opción vital de mucha trascendencia individual y colectiva. Y se tiene que decidir en el marco de una sociedad cada vez más hedonista que fomenta una vida cómoda en la que no falte de nada, por lo que la tendencia al mínimo esfuerzo está muy acentuada y no deja de causar estragos. No me olvidaré de un matrimonio amigo que participó en un curso de preparación matrimonial al que asistieron bastantes parejas y que al ser preguntados qué dos palabras relacionaban más con el matrimonio unos dijeron “amor”, otros decían “felicidad”, otros “cariño”, otros “placer” y ellos afirmaron para el asombro de todos: “sacrificio y fecundidad”.
La columnista del Frankfurter Allgemeine Zeitung, Sandra Kegel, ha descrito este fenómeno en su reciente artículo “el hombre inseguro” del pasado 9 de septiembre. Kegel dice: “Como consecuencia de la emancipación de la mujer, el papel del varón dejó de ser primordial. La consecuencia es la inseguridad y la búsqueda de una nuevo rol para el varón que manifiesta hasta ahora consecuencias trágicas como, por ejemplo, coches demasiado caros o viajes de aventura al polo sur. Los hombres, afirman los psicólogos, con frecuencia están desorientados. No saben lo que significa ser hombre ni lo que significa, por lo tanto, ser padre. El ser padre ya no depende del azar sino que requiere una decisión. Por ello, todo se presenta de repente en la balanza: el fundamento económico, la relación mutua del matrimonio, los deseos y las perspectivas que van unidas a los hijos, o sin ellos, etc. Algunos hombres esperan, paradójicamente, que el destino les libere del peso de la decisión. A una gran mayoría de los varones sin hijos les pesan las nuevas libertades de nuestra sociedad multiopcional en la que los hijos ya no son algo obvio”.
El mayor cambio de mentalidad se debe dar, en un futuro muy próximo, en los varones y no tanto en las mujeres. El marido de estilo dominante, que hasta ahora se consideraba como el “rey de la casa”, es una especie en extinción porque cada vez hay menos mujeres dispuestas a aceptar un marido con ese perfil. Los maridos y los padres dispuestos a co-responsabilizarse seriamente en la educación de sus hijos son los que forman parte de una nueva generación decidida a exigir al Estado y a las empresas la compatibilidad de la familia y el trabajo.
La mujer está superando ese feminismo primitivo que únicamente consitía en compararse y definirse según las metas del varón. Ya son muchas las mujeres que son muy conscientes de lo verdaderamente femenino, que en nada está reñido y es absolutamente compatible con la maternidad y también con el ejercicio de un ideal profesional elevado. Cuando el hombre y la mujer se vayan entendiendo y comprendiendo mutuamente como individuos que comparten un proyecto común, ya sea en el matrimonio, en la familia, en la empresa y como miembros de una nación... será posible superar la plaga moderna del descenso de la natalidad.
Comentarios
Excelente artículo, le pondré un enlace. Te felicito por el blog. Lo puse entre mis blogs amigos.
Buen artículo, hay que abrir bien los ojos y mirar. Yo creo que uno de los problemas es que todo el mundo está acostumbrado a planificarlo todo para poder seguir con este ritmo de vida que nos arrastra, y la familia es algo que no se puede planificar ya que al amor hay que dejarle que siga su curso natural. Los matrimonios tienen auténtico miedo a tener hijos, se lo piensan demasiado ¡y no es para tanto! ellos dan: alegría, libertad, cariño, responsabilidad, fortaleza, esperanza, compañia, confianza, estabilidad, y muchas cosas mas que van apareciendo con ellos con el paso del tiempo, pero hay que descubrirlo, merece la pena pero NO SE PUEDE PLANIFICAR.