Recibí la noticia de la renuncia de Benedicto XVI a través de un SMS de un amigo con absoluta incredulidad. Al leer el texto de la renuncia me conmoví y, poco a poco, me fui percatando de que vivimos un momento histórico. Me llama mucho la atención que esta renuncia -ante la que sólo cabe aceptarla con silencio, respeto y admiración- impacta a muchos que tienen la necesidad de hablar sobre alguien muy importante que ha cometido la osadía de aceptar sus limitaciones en una época sin límites: sin límites en la ciencia, sin límites en la pobreza, sin límites en la riqueza, sin límites a la agresión al comienzo y al fin la vida, sin límites en la soledad, sin límites en la comunicación inmediata y constante y sin límites en el egoísmo.
Me parece coherente que una persona tan lúcida intelectualmente como Benedicto XVI decida retirarse después de 30 viajes en Italia y 24 viajes internacionales, muchos de ellos trasatlánticos. Benedicto XVI ha aceptado la realidad de su vida. ¡Qué difícil es eso! Basta observar a cualquier persona de 85 años que conozcamos para darnos cuenta de que el ritmo de vida de un Papa hoy en día exige unas fuerzas humanas casi incombustibles. A una persona con el sentido de la resposabilidad como Benedicto XVI le habrá costado infinitamente más resignar que aceptar su servicio en la Sede de Pedro. Me imagino las noches oscuras del alma que habrá pasado.
Ante esta decisión mi respuesta es: ¡Gracias!, gracias por todo lo que hemos aprendido de él, gracias por su sonrisa en el calor de agosto de Madrid, gracias por sus tres libros sobre la persona central de su vida y de todo cristiano, Jesús de Nazaret. ¡Perdón!, perdón por mi falta de oración y solidaridad con el Papa. Para entender su agotamiento no solo físico sino psíquico, basta leer las dos cartas en las que manifiesta su sufrimiento. La primera, la del 10 de marzo de 2009, sobre la remisión de la excomunión de los cuatro obispos consagrados por el arzobispo Lefebre: "Una contrariedad para mí imprevisible fue el hecho de que el caso Williamson se sobrepusiera a la remisión de la excomunión. El gesto discreto de misericordia hacia los cuatro Obispos, ordenados válidamente pero no legítimamente, apareció de manera inesperada como algo totalmente diverso: como la negación de la reconciliación entre cristianos y judíos y, por tanto, como la revocación de lo que en esta materia el Concilio había aclarado para el camino de la Iglesia... Me han dicho que seguir con atención las noticias accesibles por Internet habría dado la posibilidad de conocer a tiempo el problema. De ello saco la lección de que, en el futuro, en la Santa Sede deberemos prestar más atención a esta fuente de noticias. Me ha entristecido el hecho de que también los católicos, que en el fondo hubieran podido saber mejor cómo están las cosas, hayan pensado que debían herirme con una hostilidad dispuesta al ataque".
Otra carta, del 19 de marzo de 2010, dirigida a los obispos de Irlanda y a todo el mundo sobre los abusos a menores dice así: "Habéis traicionado la confianza depositada en vosotros por jóvenes inocentes y por sus padres. Debéis responder de ello ante Dios todopoderoso y ante los tribunales debidamente constituidos. Habéis perdido la estima de la gente de Irlanda y arrojado vergüenza y deshonor sobre vuestros hermanos sacerdotes o religiosos. Los que sois sacerdotes habéis violado la santidad del sacramento del Orden, en el que Cristo mismo se hace presente en nosotros y en nuestras acciones. Además del inmenso daño causado a las víctimas, se ha hecho un daño enorme a la Iglesia y a la percepción pública del sacerdocio y de la vida religiosa".
Y termino diciendo y rezando: "¡Ayúdale más!" ahora, en el momento en el que Benedicto, nunca mejor dicho, brillará por su ausencia.
Comentarios
Totalmente de acuerdo. Incluso, yo diria que aun tiene mas calado del que creemos:
http://diccionarioparanaufragos.blogspot.com.es/2013/02/benedicto-porque.html?m=0
Muy bueno!