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  • Banalizar el divorcio

    Mühl.jpgMelanie Mühl es una articulista joven y de mucho futuro del Frankfurter Allgemeine Zeitung, de gran talento a la hora de escribir. Ya en su primer libro "Menschen am Berg" (Hombres de montaña) me llamó poderosamente la atención su prosa fina, que no roza, ni de asomo, lo rebuscado.

    He tenido la oportunidad de conocerla y me contó que se había encerrado para escribir su segundo libro sobre un tema delicado: "Die Patchwork Lüge", que salió a la venta este verano. Es un título de difícil traducción. En Alemania se entiende por familia "Patchwork" aquella que está compuesta por un padre y una madre casados por segunda vez, que aportan cada uno hijos del matrimonio anterior, y formado quizá también con hijos comunes. El libro trata sobre la ingenuidad con la que la prensa amarilla trata a "la nueva familia", como si no existiesen secuelas para los niños como consecuencia del divorcio de sus padres. En el cuarto capítulo del libro podemos leer, por ejemplo, esta pequeña muestra de las consecuencias del divorcio:

    "Estamos atascados en un experimento social que nosotros hemos puesto en marcha y sobre el que hemos perdido el control. No está nada claro como terminará. Lo que sabemos es que el experimento ha tomado una dirección llena de peligros y es difícil comprobarlo. Crece continuamente el número de hijos de divorciados y de hijos emocionalmente abandonados. Se generan así cada vez más narcisistas y más egoistas que, al mismo tiempo, son mimados como príncipes y están tan entrenados como cadetes. El trauma de la separación, de la negación precoz del amor y la sobrecarga conducen a la emigración interna. El cerebro disminuye los sentimientos de un modo automático, como si de un equipo de música se tratase. El vacio emocional conduce a la falta de sensibilidad de los sentimientos y de ese modo a una vida que se manifiesta como si uno estuviese detrás de un cristal y contemplase el mundo como un espectador. Estas experiencias alienantes impiden el desarrollo y fomentan la inmadurez. Los niños pierden la empatía y ya no sienten ni comprensión, ni contricción. Ya no dicen "tengo miedo" sino que hoy en día se expresan diciendo algo así como "no me incumbe, me da igual, no me importa para nada". Sin un vínculo profundo, los padres no pueden educar a sus hijos ni prepararlos para este mundo con sus leyes escritas y no escritas. Aunque sea solo por motivos de automantenimiento y de pragmatismo, a las generaciones les convendría hacer todo lo posible para entrelazarse y, por el contrario, se separan".

    Melanie Mühl subtitula su libro como "texto de debate". Ella misma es hija de padres divorciados y tiene las conscuencias bien experimentadas. El libro ha conseguido desatar el debate que se proponía. Se han escrito multitud de artículos sobre el libro y también se han publicado varias entrevistas con la autora. Vivimos una vida muy acelerada, muy optimizada, muy cronometrada. Como ella escribe, "hemos perdido el sentido del tiempo y con ello también el del amor". Nos conviene recuperarlo.