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Un paseo por el Reichstag

Reichstag.jpegCuando asisto a alguna recepción o conferencia me suelo proponer conocer a una persona o como máximo a dos, pues uno no logra mantener más de una o dos conversaciones sensatas. Esto es lo que me ocurrió recientemente en Colonia en una conferencia a la que me invitó el club de prensa de Colonia sobre la política exterior alemana que impartía el ministro Werner Hoyer.

Al terminar la magnífica conferencia nos invitaron a tomar algo y me vi rodeado de mucha gente elegante que no conocía. Una buena manera de salir del apuro es decir a alguien que quieres conocer: "Yo no conozco aquí a nadie, ¿y usted?". Suele ocurrir que el interlocutor se solidariza y responde: "Yo tampoco". Así fue el caso. Resultó que hice mi pregunta mágica ni más ni menos que al secretario personal del ministro, que me puso al día de la vida cotidiana en el ministerio. Parte de la ceremonia consiste lógicamente en intercambiar las tarjetas de visita. Para ello, una de las premisas es no olvidarlas.

Como se trata de una persona bastante simpática, como lo son muchos alemanes (y lo digo para romper la falsa imagen que de ellos uno pueda tener), me dijo que la próxima vez que viaje a Berlín, me enseñaría personalmente con mucho gusto el Reichstag, el edificio del Parlamento alemán, el actual Bundestag (www.bundestag.de). Dicho y hecho. A las pocas semanas tuve que realizar un viaje a Berlín y una cita que tenía para el lunes por la tarde se tuvo que cancelar repentinamente. Entonces me acordé de mi simpático interlocutor y le llamé por teléfono el viernes y le dije que tenía un espacio libre el lunes y que, si le venía bien, con mucho gusto me gustaría visitar el Reichstag. Él me dijo que le venía bien y quedamos el lunes a las 14.30 en la entrada norte del Reichstag, al lado del río.

No tuve que hacer cola. A las 14.30 me dirigí a la recepción de la entrada y dije que tenía una cita con el que ahora es mi amigo. Me pidieron el pasaporte, se lo quedaron, y mientras tanto me dieron una tarjeta de color dorado para que me la colgara en un sitio visible. Llamaron a mi amigo, que llegó a los pocos minutos. Me dijo que teníamos suerte de que su jefe, el ministro, estuviera volando a Lisboa, así que seguramente nadie nos interrumpiría.

Fuimos pasando por las zonas por las que la mayoría de la gente no pasa. Vimos las paredes con frases en ruso escritas por los soldados que tomaron el Reichstag en 1945. Algunos conocerán la imagen de la bandera comunista soviética ondeando sobre el Reichstag.

Desde fuera veíamos el hemiciclo, que actualmente se está adaptando para que pueda tener lugar la elección del nuevo Presidente de la República. Son alrededor de mil personas las que eligen al Presidente y para esto es preciso desmontar las mesas de los bancos de los diputados.

Subimos al tejado, desde el que hay una gran vista de Berlín. Especialmente emblemática es la vista de la Puerta de Brandenburgo. Le pregunté si recordaba el famoso discurso de Juan Pablo II en 1996 en este lugar y me contestó que era demasiado joven en esa época. Se lo facilité por email más tarde y le dije que sueño con el día en el que el Papa Benedicto XVI pueda dar un discurso en el Bundestag. Mi amigo se quedó muy pensativo.

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