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Una nueva Alemania resurge tras el paso de Benedicto XVI

Las cifras hablan solas: 410.000 peregrinos acreditados, 800.000 participantes en la vigilia del sábado 20 de agosto, 1.100.000 participantes en la misa en el Campo de Maria el 21 de agosto, 8.263 periodistas acreditados, 40.000 artículos de prensa, 10.000 minutos de retransmisión televisiva. A pesar de todo, son muchos los datos que las estadísticas no consiguen captar. De hecho se puede decir que con la visita del Papa Benedicto Alemania, aunque no se note exteriormente, ya no es la misma: ha cambiado.

Cada vez que me subo al tranvía echo de menos las caras alegres y los animados grupos de los jóvenes peregrinos. También echo de menos los cantos juveniles en torno una guitarra que oía, a cierta distancia, resonar en algún jardín cercano a mi despacho. Cuando entro en una de las doce iglesias románicas de las que se precia Colonia, me acuerdo haberlas visto absolutamente llenas con muchos jóvenes recogidos en profunda oración y adoración a Dios. Muchas familias han acogido peregrinos, se han entrelazado nuevas relaciones humanas, hemos visto el mundo en un pañuelo.

La policía se ha quedado asombrada de no haber visto cristales rotos, ni consumo de alcohol ni de droga en el Campo de María. Ante el inminente Mundial de fútbol de 2006, para más de uno, la JMJ será un punto de referecencia de hasta dónde puede llegar la amabilidad de un comportamiento juvenil moderado. La población de Colonia, acostumbrada a las masas sólo durante la epoca de carnaval, ha soportado con mucha paciencia todas las alteraciones, sobre todo de tráfico, provocadas por la Jornada Mundial de la Juventud, pero todos están positivamente impactados por las caras de esos jóvenes que llenaban alegre y pacíficamente la ciudad.

Nada más llegar a Colonia, al no besar el suelo alemán, nos dimos cuenta, una vez más, de que Benedicto XVI no es Juan Pablo II, ni tiene por qué serlo. Él mismo dijo en su despedida “El Señor me ha llamado a suceder al querido Pontífice Juan Pablo II, genial promotor de las jornadas mundiales de la juventud. He acogido con temor, pero también con gozo, esta herencia y doy gracias a Dios, que me ha dado esta oportunidad de vivir junto a tantos jóvenes esta nueva etapa de su peregrinación espiritual. En efecto, se puede decir que en estos días Alemania ha sido el centro del mundo católico. Los jóvenes de todos los continentes y culturas, estrechamente unidos con fe en torno a sus pastores y al Sucesor de Pedro, han hecho visible una Iglesia joven, que con imaginación y valentía puede esculpir el rostro de una humanidad más justa y solidaria”. Los jóvenes se han quedado muy satisfechos con el nuevo Santo Padre. No podía ser de otra manera. Una vez más se han confirmado las palabras de Juan Pablo II en su libro de 1994 “Cruzar el umbral de la esperanza” en el que escribió: “No es cierto que el Papa lleve a la juventud de un extremo del globo al otro (la próxima JMJ será en Sidney en 2008). Son ellos los que le conducen y aunque él se esté envejeciedo, le desafían a ser joven y no le permiten que olvide su experiencia ni su descubrimiento del período de la juventud y del gran significado que tiene para la vida de cada joven”.

Especialmente llamativa ha sido la simpatía y la sintonía del Presidente de la República Federal, Horst Köhler, con el Benedicto XVI. Horst Köhler, aun siendo protestante, se dirigía a él con el título de “Santo Padre”, aunque el protocolo indica que el título oficial es “Su Santidad”. En su discurso de bienvenida dijo Köhler, entre otras muchas cosas, que la juvetud sólo puede ser orientada por aquellos que de por si estén ya orientados. Benedicto XVI le respondió, con un humor muy propio y muy fino, que no sabía que un hombre que proviene de las finanzas (Horst Köhler ha sido presidente del Banco Mundial) sepa tanto de filosofía y de teología. Poco le ha faltado a Horst Köhler para gritar en alto con los jóvenes: “¡Be-ne-de-tto!”. La bienvenida en Colonia el 18 de agosto no pudo ser más calurosa. Sobre mis hombros tenía yo a Franz, un chico de 3 años. Sus padres, que tenían otros dos hijos en brazos, querían que su hijo no olvidase esas imágenes de bienvenida al Papa, de modo que pudieran relacionar lo que vieron con sus propios ojos, con lo que verían más adelante en la televisión.

En su discurso a la asamblea de obispos alemanes, Benedicto XVI dejó claramente marcado el camino para el futuro: Con esta luz podemos tener la valentía para afrontar con confianza las cuestiones más difíciles que se plantean hoy a la Iglesia. Como he dicho, por una parte, debemos aceptar la provocación de los jóvenes pero, por otra, a su vez, debemos educar a los jóvenes en la paciencia, sin la que no se puede lograr nada; debemos educarlos en el discernimiento, en un sano realismo, en la capacidad de tomar decisiones definitivas. Uno de los jefes de Estado que me visitó recientemente me dijo que su principal preocupación es la incapacidad generalizada de tomar decisiones definitivas por miedo a perder la propia libertad. En realidad, el hombre se hace libre cuando se vincula, cuando tiene raíces, porque entonces puede creer y madurar. Educar en la paciencia, en el discernimiento, en el realismo, pero sin falsas componendas, para no diluir el Evangelio. La experiencia de estos últimos veinte años nos ha enseñado que, en cierto modo, cada jornada mundial de la juventud es para el país donde tiene lugar un nuevo comienzo para la pastoral juvenil. La preparación del acontecimiento moviliza personas y recursos. Lo hemos visto precisamente aquí en Alemania: se ha llevado a cabo una auténtica movilización” que ha activado energías. Por último, la celebración misma conlleva un fuerte impulso de entusiasmo, que es preciso sostener y, por así decir, hacer definitivo”.

Comentarios

  • gracias por tu mensaje. es bueno saber que tu piensas en el Papa como quien es EL , ya que se le ha dado una publicidad muy triste de personas que hablan sin conocer ni saber de las personas.

    Soy de Colombia.

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